martes, 19 de octubre de 2010

COMENTARIOS RESPECTO A LA VIOLENCIA LABORAL (II PARTE)

Continúa el análisis de la obra de Marcia Novaes Guedes, de Brasil sobre Terror Psicológico en el Trabajo.

En el propio texto nos interesa comentar las opiniones del Dr. Jorge L. Souto Major que
Cita la siguiente frase del sociólogo francés Pierre Roche “El Laboratorio secreto de la producción de al exclusión” en Precarización del trabajo y relación social, 2001, Paris: “La exclusión social es un fenómeno que ocurre hasta en el propio ambiente de trabajo”
Siguiendo a este sociólogo llegamos a la conclusión que la exclusión no es solamente  un hecho de reducción de las posibilidades de inserción laboral plena, sino que dicha exclusión posiblemente se produce a partir de un subempleo, la precarización de las relaciones laborales y determinada violencia psicológica producida por una reducción de condiciones de trabajo y una afectación al clima laboral, aún de los que se encuentran en el sector formal de la economía, pero que por las condiciones de trabajo que presentan soportan un clima de restricciones de muchas de las posibilidades que antes disponían.

A continuación reconoce Marcia Novaes que un fenómeno tan cruel y destructivo de las relaciones sociales haya sobrevivido por siglos enteramente ignorado por médicos y juristas, sin que las víctimas encontrasen amparo para su sufrimiento y sin castigo adecuado para la acción delictiva del perverso.

Es cierto lo señalado y nos preocupa lo que los propios psicólogos indican como “culpabilización de la víctima” en el sentido de que desconociendo lo que le sucedía y sin tener una explicación a la conducta y ambiente que le rodeaba, podía llegar a pensar que la responsabilidad de las acciones del acosador recaían en ella misma por haber provocado la respuesta de su jefe o de sus compañeros de trabajo. 

Podría empezar por una sensación de autosuficiencia al resolver las tareas encomendadas con mayor calidad que sus colegas lo que podría generarle la envidia y la respuesta de inconformidad del colectivo, o en el caso del jefe, cuando no pudo entregar el cumplimiento de las tareas en el momento solicitado.

Continúa la Dra. Marcia Novaes señalando que la gravedad de los daños provocados en la víctima instigan a cuestionarse las razones por las cuales ese fenómeno permaneció tantos años lejos del examen de los médicos y juristas y se responde asegurando que durante el período en que prevaleció el modelo de producción fordista, el estado asistencial y la política de pleno empleo, las víctimas preferían cambiar de empleo a denunciar el acoso sufrido, porque el miedo y la vergüenza paralizan a la persona que acaba buscando en la fuga una solución al problema. La emergencia del modelo de flexibilización productiva guarda una profunda contradicción con respecto a ese fenómeno.

En parte estamos de acuerdo con las causas indicadas por la autora, en tanto la posibilidad de buscar una nueva solución de empleo hacía que muchas personas solucionaran las situaciones abandonando el lugar y creándose un nuevo colectivo de trabajo. La estabilidad absoluta primero y relativa después en el empleo ayudaba a estos fines y conducía a que el acosador obtuviera el premio de su conducta: que el acosado abandonara la pelea, no entrara en el conflicto. Pero la agudización del desempleo, la inseguridad en el mundo del trabajo, hace que la persona luche la permanencia en su puesto y se infrinja daños a su vez por soportar el clima adverso en función de no perder el empleo que posee.

Según Marcia Novaes, la crueldad de la violencia utilizada en el acoso moral vertical ascendente (subordinados contra jefe) es similar a los demás casos, aunque plantea que los casos conocidos son de jefes subalternos que al querer imponer orden y disciplina, o que son de reciente promoción en colectivos que esperaban el ascenso de uno de sus miembros, son acosados hasta que se ven en la necesidad de abandonar el trabajo. Muy pocos logran a través de su capacidad y autocontrol y con el apoyo de los jefes superiores mantenerse y triunfar, haciendo valer su autoridad.

Quisiéramos agregar a los casos mencionados por nuestra colega Marcia algunas tipicidades de Cuba y que pueden también estar presentes en otros países y es que en el acoso moral vertical ascendente, también pueden estar involucrados los jefes superiores en el sector público, a través de anónimos, quejas y denuncias por corrupción u otros hechos presumiblemente constitutivos de delito[1], que cuando se someten a investigación para conocer la veracidad de dicha denuncia, lo que se observa es la intención de dañar el prestigio y la imagen de la persona involucrada, que angustiada ante el ataque a que ha sido sometido por hechos no comprobados y muchas veces inexistentes, decide renunciar al cargo que ha sido el fin perseguido por el escrito (injurioso y difamatorio) pero como se desconoce al autor muchas veces, es imposible descargar contra él el peso de la justicia. Por mucho que se trate de reparar el daño moral a través de la presentación pública de los resultados de la investigación, está tan involucrado parte del colectivo que muy pocas veces se logra regresar a la etapa anterior al acoso.

Cuando se habla del acoso como discriminación hay que atenerse al Convenio 111 de OIT así como la Convención Interamericana para sancionar y erradicar la violencia contra la mujer.

Según Marcia Novaes el acoso moral tiene dos requisitos: duración en el tiempo y objetivo de destruir a la víctima y eliminarla del mundo del trabajo por el psicoterror o por la violencia psicológica.

El acoso sexual trata de dominar a la víctima sexualmente por chantaje mediante el uso abusivo del poder. Pero el acoso sexual puede convertirse en acoso moral. Ambos son fases de violencia psicológica en el trabajo y que guardan correlación. El acoso sexual puede constituir una premisa para desencadenar una acción de abuso moral (el acoso sexual ambiental no se basa en el poder), transformándose en venganza del agresor rechazado.

Hay tipicidades entre ambos que es bueno destacar, siendo nuestro criterio personal lo siguiente: En el acoso moral se destaca la duración en el tiempo mientras que en el sexual puede constituir premisa para desencadenar acoso moral por venganza. El fin que busca el acoso moral es destruir a la víctima y sus redes de defensa hasta que abandone el trabajo o la resistencia al mismo, mientras que en el acoso sexual su fin es dominar a la víctima por chantaje sexual cuando se trata del acoso quid pro quo, o acoso en función de abuso de poder, ya que hay acoso sexual ambiental que tiene iguales formas de reproducción que el acoso moral, lo que utiliza el sexo como parte de los elementos para la humillación, el hostigamiento y la persecución.

La naturaleza de los ataques del acoso moral puede tener un trasfondo sexual. En el acoso sexual la víctima principal es la mujer, aunque no siempre se produce por personas de sexo diferente, siendo también blanco el hombre. Pero en ambos, en última instancia, se trata de que la víctima no reclame indemnización.

Continúa la autora señalando que  la violencia también tiene su explicación en cada caso porque en el psicoterror la víctima no sabe de qué la acusan, qué delito cometió, lo que dificulta su defensa.

Consideramos que la autora  se haya referido a que la víctima de acoso se debate entre la realidad de lo que está pasando y la responsabilidad que ella haya podido tener en las consecuencias que está percibiendo. Debe buscar causa y consecuencia, no entiende y por eso no puede explicar a aquellos que deben representarla, qué está sucediendo y por qué. Al principio puede pensar que ella misma ha causado el rechazo del colectivo por querer ser perfeccionista, por ser irreconciliable con determinadas situaciones de indisciplina e ilegalidades, o porque al ser siempre un/a trabajador/a capaz, se haya retrasado en la entrega de un documento o lo haya entregado sin la calidad esperada lo que haya provocado “la ira” y disgusto de su jefe. No se trata de un delito en el sentido estricto de la palabra, sino en un hecho que contraviene el orden o los reglamentos establecidos.
Continúa Marcia señalando que se produce entonces una sumisión intrigante de la víctima. Los testigos de la violencia no manifiestan compasión. El grupo ve a la víctima como un ser despreciable, rastrero que merece el castigo que le aplican. No reafirma su identidad, padece de miedo a perder el empleo. El neoliberalismo influye en esta reacción.

Consideramos que esta sumisión es digna de estudio y ya ha sido sometida a investigación en otros casos por parte de los psicólogos, sociólogos y psiquiatras, por ejemplo, los judíos que iban al campo de concentración y se sometían a la cámara de gas, a sabiendas de que morirían y sin embargo soportaban con una sumisión increíble, como también sucedió con los africanos en las guerras de liberación contra los colonialistas europeos, o los palestinos  que aunque se resistan a los israelíes, siguen soportando la invasión de su territorio, o en fechas más recientes, las sectas religiosas que se inmolan colectivamente y todos participan sin rebelarse.

En el libro, la autora señala un aspecto muy interesante relativo a  la diferencia entre los PTSD o desorden postraumático por estrés y el acoso moral, ya que hay autores que señalan que el “mobbing también se define como forma extrema de estrés social en el trabajo”. Sin embargo conociendo la definición de cada uno, no podemos estar de acuerdo totalmente con esta aseveración porque el estrés es un estado de alteración en el cual no se compromete la relación causal entre el hecho y el resultado con la actitud psicológica de causar daño (intención) o por negligencia, que en el caso del acoso moral, se quiere el resultado de daño a la salud de la persona y que sobre todo, abandone la lucha y se retire del trabajo sin reclamaciones.
En el mobbing se estigmatiza a la víctima lentamente, es un proceso lento y en su devenir hay comportamientos aéticos.
¿Cuando se produce un PTSD?
  1. cuando se es testigo de un hecho violento y hay que testimoniar contra alguien.
  2. se graban en la memoria las imágenes y aparecen como en un calidoscopio.
  3. se repiten los hechos como pesadillas.
  4. parece como si se viviera todo nuevamente por alucinaciones y flash back.
  5. falta de confort psicológico cuando se dan eventos similares.
No hay que llegar al PTSD para diagnosticar acoso moral por el daño que causa a la salud.

Opinamos lo siguiente. Podemos estar de acuerdo con lo señalado por la autora, porque no hay que esperar a que la salud se lesione severamente para reconocer el acoso moral. A pesar de la definición de Heinz Leymann y el criterio reiterado de otros especialistas de que la reiteración es lo que da la tipicidad al acoso moral, nosotros somos de la opinión de que la tipicidad del acoso moral procede de la incidencia por la intensidad y la gravedad de la acción, sin perder de vista que la repetición o reiteración agudiza el daño.

La autora señala que el estado del ambiente de trabajo depende decisivamente del modo por el cual el poder directivo es ejercido, tanto el ejercicio abusivo del poder como las relaciones perversas en la empresa. Cuando la violencia psicológica se practica por el gerente o director de la empresa, hablamos del acoso moral oficial.

Nos parece interesante detenernos en este punto. La definición de acoso moral vertical descendente es el típico acoso moral oficial, o acoso moral procedente de la posición jerárquica y de abuso de poder, o acoso discriminatorio, tratándose de una extralimitación en el uso del poder para causar daño, a diferencia del acoso moral ambiental, dependiente de la conjunción de factores psico-fisiológicos, sociales y organizacionales, que es el de las relaciones sociales laborales entre los trabajadores, que por darse en ocasión y con motivo del trabajo puede ser objeto del derecho laboral.

Además podemos reconocer que existe el acoso moral horizontal por el hecho de que aunque no hay una relación laboral de subordinación o dependencia entre las partes ni asimétrica por el ejercicio del poder o de las facultades propias de la dirección, por estar las partes relacionadas en el trabajo a partir de subordinarse al mismo patrono, es que se puede producir este tipo de acoso, cuando muchas veces se confabulan los trabajadores para deshacerse de uno que molesta al colectivo, o sencillamente, apoyando una posición asumida por el jefe o siguiendo una política de empresa.

Según la autora el origen del fenómeno está muchas veces ligado a un conflicto relacionado con la organización del trabajo, que no fue correctamente administrado, transformándose sucesivamente en un conflicto personal.

Sin entrar en un análisis psicológico o sociológico porque no somos especialistas de la materia, nos interesa discernir algunas consideraciones indicadas anteriormente. Marcia menciona los criterios de especialistas, pero no los debate y nosotros quisiéramos agregarle nuestras concepciones y valoraciones en tanto, de existir un conflicto vinculado con la organización del trabajo, éste no ha sido solamente la causa del acoso moral porque la organización del trabajo fundamentalmente provoca estrés por exceso de presión a los trabajadores en relación con la competitividad y el ahorro de recursos. Estamos analizando un conflicto entre personas que no fue correctamente administrado, quiere decir, analizado y resuelto por la administración, que conociendo el problema que se podría producir vinculado con la organización del trabajo, no lo hizo y devino en un conflicto personal que va creciendo y llega a estructurar un clima irrespirable en la empresa.

No siempre ésta es la causa del acoso moral. Si solamente fuese la organización del trabajo la causante del acoso, con establecer una buena organización, dirigir correctamente los procesos organizativos para la eficiencia y eficacia del servicio, programar correctamente la entrega de las tareas y demás obligaciones del trabajo, se podría prevenir el acoso y sin embargo, tan pronto se dan situaciones de celos, envidias, o temores a perder el empleo ante medidas de racionalización de personal, aparecen conflictos entre los trabajadores con vistas a prevalecer y mantenerse por encima de cualquier necesidad de reducción de personal.

El estrés colectivo que ataca al grupo cuya empresa adopta la llamada “administración por estrés” se convierte en intolerante para ciertas personas, posibilitando las alianzas entre el agresor y el grupo.


[1] Debemos recordar el nombre que reciben en Inglaterra los “whisteblowing” o bocazas porque denuncian los hechos de corrupción u otros que contemplan en la organización y por eso pueden ser perseguidos, aunque aquí se trata de un hecho diferente, pues la denuncia no siempre es verdadera, sino que se trata de dañar la imagen y la honra de la persona mediante difamaciones que a veces el fin último es lograr que un jefe incómodo por su moral y principios de rectitud se mantenga al frente de la organización impidiendo acciones delictivas. (N de la A.)

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