lunes, 5 de marzo de 2012

CON EL PERMISO DE MI AMIGO Y COLEGA MARIO ELFFMAN QUE SIENDO UN ARTÍCULO DE SU AUTORÍA ME ENCANTA INSERTARLO EN MI BLOG


EL DERECHO, SU ENSEÑANZA Y LA SOCIEDAD
Por Mario Elffman
Hace pocos días leí un nuevo aporte sobre las lecturas de EL PROCESO de Kafka y su articulación con el posmodernismo. Allí se nos dice que en la parábola de Kafka, el hombre, Joseph K., cuya falta de resistencia excita la rebelión del  lector, hace todo lo que puede para ENTRAR en la ley, que es pensada como una fuerte LUZ que emana detrás de las puertas. De las puertas cerradas. La ley es, entonces, un recinto cerrado (un ‘in’) en oposición a todo lo que está fuera (un  ‘out’).

La enseñanza universitaria del derecho es la historia de una búsqueda para llegar a esa puerta, como punto de contacto entre el ‘in’ y el mundo, la sociedad. Esa búsqueda que , según Borges, está siempre condenada al fracaso. Abrir esa puerta, y traspasar su umbral parece ser un logro tan perfecto, tan ‘científico’, tan dotador de sentidos al discurso, como para cerrar la puerta a nuestras espaldas y no percibir la luz del ‘out’ que filtra en su base.

Joseph K ignora hasta su propia ejecución, y mucho más allá (si se entiende que la novela no se cierra) de qué se le acusa, cómo se ventila su causa, quiénes y por qué lo condenan;  pero su ajenidad y pasividad no le impiden una ciega fe en el  derecho (así, casi mística, como en una ya vieja obra de Sebastián Soler) y en la aptitud para manejarlo de sus demiurgos, los juristas, los jueces, los fiscales, los abogados. Convengamos en que no es un fenómeno ‘local’ del ‘in’ del derecho. Suelo citar esa decisión de un profesor de medicina, que en una unidad hospitalaria próxima al egreso de sus estudiantes, les pidió una definición de la salud; y que, desde ese ‘in’ sin retorno, no obtuvo ninguna respuesta más satisfactoria ni abarcadora que aquella que la describía como la ‘ausencia de enfermedad’.

Se me dirá que, tanto en ese caso como en el del  derecho, el ‘in’ representa una posible deformación profesional, pero necesaria para advertir, detectar e interactuar con la ‘enfermedad’: el problema de los problemas consiste en ignorar lo principal, que es precisamente el  que se trate de una deformación.
El dilema que nos propone la puerta y su clausula a la alteridad es mayor, y mucho más graves sus consecuencias, cuando el ‘operador’ ni siquiera se lo ha planteado,  ni ha tenido que hacer esfuerzo alguno para  abrirla, puesto que nació y se desarrolló en ese ‘in’, ya habilitado como tal por otros;  ese ‘in’ tan estable, tan poco permeable  y tan preservador del ‘statu quo’, como lo diseñara ese holograma omnipresente en nuestras aulas, el de la figura ‘consular’ de Georges Ripert.-

El nacimiento en el ‘in’ suele ser una cuestión de clase (Ay, Antoñito el Camborio, hijo y nieto de Camborios, dice García Lorca), tanto por vía directa como oblicua. De esta última es muestra ilustrativa la de quienes llegan al ‘conocimiento’ desde el interior del propio aparato, en esa ‘carrera judicial’ para la cual la obtención del diploma profesional de abogado tiene como horizonte el  favorecimiento del progreso en esa misma carrera.   Así se pierde hasta la memoria endogrupal  relativa al ‘out’ , de la sociedad y sus conflictos reales, concretos, complejos, dinámicos y creativos.

El profesionalismo resultante es casi ficcional. El operador jurídico se concentra en dos funciones principales:  la de quien se considera antes neutral que imparcial, y la de quien entiende que su función consiste en obviar ambos elementos al abogar por las razones del interés que le toque defender. A unos y a otros, Joseph K los (¿nos?) interpela desde su ‘out’  hasta su ejecución y aún después de ella.

El  sujeto concreto de aquellos conceptos con los que nos manejamos está tan fuera de nuestro universo conceptual como el ‘Anderer’ de ese formidable libro de Philppe Claudel “El informe de Broddick”:  ese extraño, ese ajeno, que se permite ingresar al pequeño universo de un pueblo que ignora hasta la guerra que se desarrolla en sus proximidades, y que por ser extraño y ajeno está condenado a ser suprimido y asesinado desde el mismo momento en que interrumpe, incluso sin proponérselo,  ese orden quietista, aprovechador y cobarde. Cerrada la puerta, hay aún ventanas, y el desarrollo de los aspectos jurídicos de la lucha por los Derechos Humanos y de todo aquello que Luigi Ferrajoli se empeña en enseñarnos a considerar  como Derechos Fundamentales,  lo evidencia y  resalta. Como tales ventanas  ingresa y ventila hoy las aulas universitarias  tanto como las sentencias judiciales.

Ensanchar esa transferencia de aire proveniente del ‘out’, ampliar esas ventanas y hacerlas permeables y útiles para ver no solamente lo que pasa a su altura sino desde el piso mismo de la sociedad, aquel cuya luz se advertía en el vano de la puerta cerrada, es un gran desafío del derecho contemporáneo, y de su enseñanza.  Especialmente, si queremos evitar que los ‘anderers’ seamos nosotros, en un mundo que tiende a cambiar a una velocidad mayor que el comparativo estanco del ‘in’ del derecho.

La parábola de Kafka se cerraría en aquel momento en el que los propios burócratas del orden jurídico perdieran la conciencia de qué es lo que están juzgando, qué lo que están defendiendo, qué lo que están condenando, ni quién es ese sujeto Joseph K que es colocado ante sus ojos vendados. Como viejo profesor de derecho,  como experimentado abogado y como juez, me siento un poco cómplice de este crimen, y no quiero seguir siéndolo.

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