jueves, 5 de enero de 2017

VAMOS HACIENDO CAMINOS AL ANDAR.

Comenzando el año, quiero tratar temas importantes de violencia y uno de ellos se refiere a una programación televisiva en nuestro país llamada "ROMPIENDO EL SILENCIO" que no solamente debería verse en el ámbito privado, sino más bien, en el institucional que debe ROMPER EL SILENCIO Y LAS TRABAS y tratar con valentía ciertos temas que preocupan la cotidianiedad.

 La autora de este artículo es una periodista y comentarista cultural cubana PAQUITA DE ARMAS y ha sido publicado en www.cubadebate.cu

Aplausos para Rompiendo el Silencio, pero queremos más
He visto, como el resto de los televidentes sólo los tres primeros capítulos de la serie Rompiendo el silencio. No pude ver su totalidad, lo que me hubiera gustado para emitir un  mejor juicio, pero creo que el tema de esta propuesta merece la aprobación de todos los que estamos contra la violencia.
La vida demuestra que no bastan leyes y acciones frente a los ofensores si no existe una sanación para las sobrevivientes. Incluso sanación también para los violadores del derecho humano de la mujer a vivir en armonía y con equidad dentro de la sociedad.
Buscando información sobre la serie topé con los criterios de la experta Alda Facio, abogada, feminista, consultora de las Naciones Unidas, que ha luchado desde las leyes y el activismo social por una sociedad en que la mujer tenga realmente un status igual al hombre.
Ella afirmó en una entrevista: “A la gente se le olvida que la violencia contra las mujeres no era considerada una violación a los Derechos Humanos, era una cuestión privada y lo privado no entra en la esfera de los Derechos Humanos, sólo para las cuestiones que pasaban en lo público”.
En uno de sus textos Alda razona “Pero donde se ha hecho relativamente poco es en lo que se refiere a la obligación más general de prevención de la violencia contra las mujeres, en particular la obligación de transformar las estructuras y los valores patriarcales que perpetúan y consolidan esta violencia sexista. Trabajar la violencia como un problema que puede ser resuelto por la vía penal, únicamente, es un grave error. Porque la vía penal, además de ser ineficiente y androcéntrica, está centrada en el castigo de los perpetradores, no en la restitución, rehabilitación o el resarcimiento de las víctimas. Y, más importante aún, no en el cambio de las estructuras sociales y mentales que mantienen y hasta promueven esta violencia.”
Y también encontré “es gracias a que existe esa cultura patriarcal que padres corrientes y comunes abusan sexualmente de sus hijas. Es gracias a esta cultura que tantos hombres, corrientes y comunes, inician su vida sexual con una mujer que no está ahí por su deseo, sino porque necesita dinero. Es gracias a esta cultura que tantos violadores de niñas son absueltos, porque el o la juez consideró que ella lo quería. La mayoría de los abusadores sexuales de niñas, de los violadores sexuales de esposas o novias o de los que pagan por tener sexo, no son enfermos sexuales. Son hombres corrientes y comunes que están ejerciendo su masculinidad de conformidad con un conjunto de ideas y estructuras sexistas que conforman una cultura patriarcal.”
No por gusto me he extendido en citar a Alda porque la lectura de sus criterios, reconocidos no sólo en América Latina, sino en el contexto de las Naciones Unidas, ofrecen una perspectiva de la importancia que tiene la serie Rompiendo el silencio que se adentra en esta problemática  latente en todos los países, sean del primer mundo o estén en la comunidad primitiva (que aún hay tribus en tal nivel de desarrollo). Y es que, como apunta Alda, vivimos en una sociedad patriarcal, incluso en Cuba donde ha existido una revolución en las mujeres.
Uno de los aciertos de la propuesta televisiva es su canción tema (Amaury Ramirez Malberti y Telemari Diaz) porque sitúa al televidente en  lo que verá en cada capítulo que está concebido de forma independiente.
Lucía y Rolando  Chiong se encargan del guión, mientras este último junto a Legna Pérez, asume la dirección. Tiene un buen y variado elenco tanto generacional como racial, que muestra el mosaico ese, que es  Cuba.
Pero ¿por qué tantos tipos de  violencia en un solo programa, por ejemplo, cuando un hombre vivía y oprimía a dos mujeres a la vez, y que también usó violencia contra la hija de una de ellas? ¿por qué dejar inconclusa la relación de las dos amigas?. Esto sucedió en el primer capítulo, mientras en el segundo había un tío  violador además de un padre violento con su hija invidente (circunstancialmente) y su mujer, hombre que termina matando a su cuñado. En el tercero sólo hubo un tipo de violencia, el de músico que no acepta a su mujer en múltiples quehaceres con   los que se realiza.
La solución en los tres, es decir que las violentadas dejaran de serlo, no fueron  creíbles no existieron los parlamentos o imágenes precisas. Y además ¿acaso siempre las mujeres se rebelan?
Faltan  más capítulos, por lo pronto me congratulo con Chiong por tratar  este tema y con la televisión por transmitirlo, pero necesito terminar cada historia con la certeza de que ese es el final. Volveré sobre  Rompiendo el silencio, y espero que acompañada del criterio de estudiosas cubanas.
(Tomado del Portal de la TV)

Ahora vienen al final mis criterios compartidos con otras 7 personas que ya habían opinado: “Trabajo el tema de la violencia pero en la esfera laboral desde hace 15 años y hemos ido cambiando de supuestos y criterios porque al igual que otros temas, también cambian cuestiones importantes, no obstante los presupuestos son los mismos “abuso de poder, de hecho o de derecho”, la persona que abusa de otra lo hace porque siente superioridad sobre ella y aplica esas tácticas de demeritarla, de ofenderla, de forzarla a hacer lo que no quiere, de maltratarla de cualquier manera y al final, la víctima tiene salidas diferentes: abandonar la lucha, enfrentarse, suicidarse o convertirse en homicida. Lo que no me ha gustado de la serie que ha llegado en el momento propicio es que termina siempre con un final semi-abierto, no se dice qué sucedió con el abusador, con el acosador, oi “los malos duermen bien”, o sucede como en el capítulo de la invidente violada por el marido de la tía, que es el padre que ejercía violencia verbal y psicológica sobre las féminas de la casa, pero no supo terminar con el mal cometido de otra forma que no fuera ejerciendo violencia a su vez y paga con su libertad. Hay que promover al menos cuáles son las sanciones que esperan a un intimidador, violador, abusador, aún no hemos visto la violencia física y debe haber alguna escena de golpes y la ley penal tiene para todos los casos una respuesta. Las personas deben conocer qué sucede cual termina en Tras la Huella con las sanciones aplicadas. La mirada hacia la víctima sigue siendo de condolencia, la pobre, o el pobre, cómo sufre, y esta cuarta entrega es futurista o simplemente el laissez faire de los padres con posibilidades económicas o de posición que ocupan con respecto a sus hijos/as y nada creíble que el vendedor ambulante tuviese acceso desde su domicilio al internet para el uso del ciberacoso. No obstante, esperemos los demás capítulos a ver si la dramaturgia se corresponde con la realidad y podamos aplaudir una vez más las palabras de Alda Facio y perder la timidez para enfrentar los problemas, tomando los toros por los cuernos. Gracias Paquita por abordar el tema”.

Y ahora he visto unas palabras sobre otro aspecto de la violencia dichas por Leandro Kernal: “Todo ataque homofóbico es siempre el choque entre dos gays, el que vive su sexualidad y el que tiene vergüenza y miedo de su sexualidad”. Otra cara oculta de la violencia.

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