GINEBRA, 16 NOV (EFE).- El nivel de educación de los
trabajadores está en constante aumento en todo el mundo, pero su impacto en las
posibilidades de encontrar un empleo depende del desarrollo económico del país
y por ello no ha llevado a una disminución del desempleo global.
La Organización Internacional del Trabajo
(OIT) llegó a esta conclusión al actualizar sus "Indicadores claves del
mercado de trabajo", que presentó hoy en Ginebra.
En 67 de los 93 países de los que se
dispone de datos, la educación parece ser "una herramienta eficaz de
protección contra el desempleo" y las personas con estudios superiores
tienen más probabilidades de encontrar un puesto de trabajo con respecto a los
de un nivel inferior.
Sin embargo, sólo una fracción de países ha
aumentado la proporción de la fuerza de trabajo con estudios superiores en los
últimos quince años.
El panorama cambia si se analiza el nivel
educativo de los trabajadores en función del nivel de desarrollo
socio-económico de sus respectivos países, dijo el responsable de la Unidad de
Producción y Análisis de Datos de la OIT, Steven Kapsos, en rueda de prensa.
En los países de ingresos altos, un nivel
elevado de educación tiende a proteger a los trabajadores del desempleo.
En las economías de ingresos medio-altos la
situación es menos clara y en los países de ingresos medios-bajos y bajos surge
una contradicción porque la fuerza laboral con educación universitaria tiene
más probabilidades de no encontrar empleo frente a los que cuentan con un nivel
educativo inferior.
Una diferencia de más de 15 puntos
porcentuales entre ambas categorías se observa en Filipinas, Sri Lanka y
Tailandia, mientras que en Bahréin, Egipto, la India y Túnez la diferencia
alcanza el 10 por ciento.
Kapsos explicó que esto se debe a un
desajuste entre el tipo de educación y las áreas en las que se forman los
universitarios y las necesidades reales de la economía.
Los indicadores presentados hoy por la OIT
también ponen en evidencia las disparidades en términos de productividad, al
revelar que el trabajador medio de una economía de ingreso alto produce hasta
62 veces más que uno similar en una economía de bajos ingresos.
La diferencia es de diez veces entre el
primer grupo de países y los de economías de ingreso mediano, que a pesar de
esta brecha fueron las que registraron el crecimiento más rápido de la
productividad desde 2000.
Las diferencias de productividad están
estrechamente ligadas a la estructura de la economía: dos terceras partes de
los trabajadores en los países de ingresos bajos están empleados en la
agricultura y a menudo en actividades de pura subsistencia, con sólo el 9 por
ciento ocupados en alguna industria.
En los países de ingresos medios, alrededor
del 30 por ciento de trabajadores están en la agricultura y un 23 por ciento en
la manufactura, aunque en este grupo el aumento de empleos industriales llegó a
los 195 millones desde inicios de este siglo, según los datos de la OIT.
En una evolución contradictoria, el
organismo de la ONU corroboró que en los últimos quince años el crecimiento
industrial global se concentró casi exclusivamente (97 por ciento) en los
países ricos, lo que no impidió que los puestos de trabajo que genera
disminuyeran en 5,2 millones.
Por otra parte, la OIT confirmó una vez más
el aumento de la categoría de jóvenes que ni trabajan ni estudian ni están en
formación, en particular en los países europeos más afectados por la crisis
económica que empezó en 2008 y de la que no han terminado de recuperarse, aunque
no proporciona análisis por países.
Hay una desigualdad de género en esta
categoría en la mayoría de países en desarrollo de los que se dispone de datos,
con un porcentaje mucho más elevado de mujeres jóvenes que de hombres jóvenes
afectados.
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