Época de sensibilidad humana y transformaciones profundas
La
violencia es un fenómeno social que enfrenta la humanidad en el siglo XXI, con
mayor fuerza, pues afecta a todos los países y estratos sociales en mayor o
menor grado. Acompaña a la especie humana desde tiempos remotos, traspasa a la
familia, los medios de comunicación y hasta los muros de la escuela, lugar
donde niños, niñas, adolescentes y jóvenes tienen en ocasiones un papel
protagónico en estas situaciones.
Adentrarse
a esta problemática que perturba las relaciones entre estudiantes, es bien
complejo. Para la opinión pública y algunos miembros del profesorado todavía es
un problema de muchachos o propio de los tiempos que corren y se apresuran en
culpabilizarse unos y otros sin realizar un análisis crítico de los múltiples
factores que inciden en la problemática. Lo cierto es que desde la década de
los 70 del siglo pasado y hasta la actualidad, los conflictos en las relaciones
interpersonales entre estudiantes dejó de ser un simple asunto entre muchachos,
para acaparar la atención de los investigadores, porque constituye una forma de
violencia que amenaza al bienestar de niños, niñas, adolescentes y jóvenes y
atenta contra la calidad de la educación.
La
palabra bullying es un anglicismo que no forma parte del diccionario de la Real
Academia Española (RAE). En su traducción al castellano se le conoce como
maltrato entre iguales o acoso escolar. Independiente del término que se
utilice, la denominación hace referencia a los comportamientos negativos,
repetitivos e intencionales de uno o más estudiantes hacia otro u otros que
tienen dificultad para defenderse. Se produce cuando las relaciones
interpersonales se caracterizan por un desequilibrio real o superficial de la
fuerza con la intención de hacer daño, y en ellas los miembros del estudiantado
ocupan diferentes roles como víctima, agresores y espectadores. Es un tipo de
comportamiento que se produce sin una provocación aparente por parte de la
víctima, se manifiesta poco ante la vista del profesorado, pero es muy dañino
para el desarrollo social y la convivencia en las escuelas.
Se
sostiene mediante dos leyes, la ley del silencio y la del dominio y la
sumisión. La primera prohíbe a víctimas y espectadores fundamentalmente a hablar
sobre lo que sucede en la escuela e impide que se detenga la situación al
obligar a quienes ocupan estos roles a callar e ignorar la violencia que un
tercero les ejerce. La segunda se manifiesta a través de un esquema en el cual
una persona es dominante y otra es dominada, una controla y otra es controlada;
una ejerce un poder abusivo y la otra debe someterse. De esta manera estos
problemas avergüenzan a las víctimas, lo que las lleva a guardar silencio y a
prolongar su sufrimiento, mientras que los espectadores que conocen esta
realidad del maltrato y de la victimización de sus compañeros o compañeras no
suelen hacer nada para evitarla, ya sea porque no saben cómo hacerlo, porque
creen que no es su problema o porque, como se sabe, también el miedo a las
represalias impide que algunos (as) comuniquen la situación.
El
comportamiento bullying se diferencia de lo que son peleas entre estudiantes
dentro y fuera del ámbito escolar, en las que hay un conflicto o enfrentamiento
agresivo entre dos o más estudiantes que tienen la misma fuerza o poder, así
como de las que son peleas amistosas que se producen en contextos de juego,
cuya intensidad puede variar, pero son vistas por el resto del estudiantado
como oportunidades para ganar estatus, hacer nuevos amigos e incluso
divertirse.
Según
el informe mundial contra la violencia hacia los niños y las niñas (2006), las
diversas formas de violencia que afectan sus relaciones incluyen la
intimidación, la violencia sexual y basada en género y las peleas en el receso.
Mientras que los lugares de riesgo son los baños, los pasillos, durante el
recorrido a la escuela o la casa y los recesos. Pero, aunque las burlas y
humillaciones entre estudiantes en las escuelas es un fenómeno viejo, con la
llegada de Internet y la telefonía móvil estas situaciones se agravan y todavía
desde el campo educativo, las respuestas para abordar el problema no son
suficientes en ningún país.
Las
consecuencias del acoso escolar son variadas, pues causa dolor, daño y
humillación para los niños, niñas y adolescentes, afecta su aprendizaje, su
desarrollo y su futuro. Impacta a las víctimas, sus agresores, a los
espectadores y a la escuela donde ocurre, afecta la salud mental, produce un
detrimento progresivo de la autoestima y habilidades sociales, a la vez que
produce en las víctimas una creciente preocupación acerca de su seguridad
personal. La respuesta más común ante esta presión negativa es la desmotivación
tanto personal, como en el ámbito escolar; en algunos casos extremos se llega
al abandono escolar, a huir del entorno familiar o incluso intentar contra la
vida. Algunos estudios indican también que la tendencia a victimizar a otros o
a otras en la escuela, predice con certeza la conducta antisocial y violenta
del adulto, es por ello necesario también brindar atención a los agresores para
el desarrollo de su autoestima, de su autoconfianza y la internalización de
límites en sus comportamientos
Las
primeras investigaciones sobre el acoso escolar las realiza el noruego Dan
Olweus entre 1973 y 1978, a quien se le reconoce como pionero en estos estudios
por definir el fenómeno, describir su incidencia y diseñar programas de
intervención que permitieron constatar que el maltrato escolar entre iguales es
un fenómeno muy antiguo y poco estudiado. A finales de la década de los 80 y de
los 90 del siglo pasado, el estudio por este fenómeno atrajo la atención de
investigadores en países como Japón, Gran Bretaña, Holanda, Canadá, Estados
Unidos y España y se produce un desarrollo vertiginoso en los estudios de este
campo, tanto en términos de investigación como de intervención y políticas
nacionales.
El
desconocimiento sobre esta problemática y su invisibilización hace que en
muchos países no se cuente con datos estadísticos que evidencien, de forma
contundente, este problema. Dada la escasa información que existe sobre el
tema, las víctimas carecen de elementos para poder identificarlo y comunicarlo
y el profesorado y familiares se encuentran poco preparados para el análisis
que requiere la especial naturaleza de esta situación.
En Cuba
es a partir de finales de la década de los 90 del siglo pasado que aparecen
estudios que abordan directamente el problema de la violencia que afecta a
determinadas escuelas en diferentes provincias del país como La Habana, Las Tunas,
Villa Clara y Holguín. Estas investigaciones se centran en la descripción del
fenómeno y los posibles efectos de la violencia, las causas que la originan,
sus consecuencias y estrategias de prevención. Algunas lo hacen desde la
educación para la paz y los derechos humanos, otras desde la preparación del
docente o desde el trabajo con la comunidad educativa en general y aunque
abordan el tema de las relaciones entre estudiantes, ninguna lo concibe como un
fenómeno bullying.
En la
actualidad aquellas indagaciones que tienen como objeto su estudio han obtenido
resultados similares a los estudios y revisiones regionales e internacionales
en cuanto a la descripción del fenómeno, identificación de lugares de riesgo,
los roles y las causas que lo originan. Las diferencias estriban en la
percepción de seguridad y satisfacción de los miembros del estudiantado en las
escuelas. De igual modo hacen propuestas para su prevención.
Bajo el
lema, Escuelas libres de homofobia y transfobia, el Centro Nacional de Educación
Sexual inició su 10ma. Jornada. El tema me hace pensar cómo desde la formación
pedagógica se trabaja para garantizar la formación de las personas de cualquier
edad, promover el desarrollo de la investigación científica y desarrollar
actividades educativas que contribuyan a su comprensión y prevención, a la vez
que me remite al pensamiento educativo de dos personalidades inconfundibles de
Cuba.
Uno, el
más universal de todos los cubanos y el otro, el líder histórico de la
Revolución Cubana Martí dijo: «La educación ha de dar los medios de resolver
los problemas que la vida ha de presentar. Los grandes problemas humanos son:
la conservación de la existencia, –y el logro de los medios de hacerla grata y
pacífica». (José Martí Pérez Obras Completas, Tomo 13.
P. 53).
Si la
educación es reconocida como un bien público, esencial para la paz, la
realización humana y el desarrollo sostenible, no cabe duda de que una
influencia decisiva en el proceso de prevención del bullying homofóbico lo
tienen las propias instituciones educativas. Es en la escuela donde niños,
niñas, adolescentes y jóvenes aprenden las maneras de relacionarse con sus
iguales, construyen su imagen de sí y las demás personas con el apoyo de la
familia y el resto de los miembros de la comunidad. Su función central es
educar, enriquecer y proteger a sus estudiantes, en un ámbito de respeto y
ejercicio de los derechos sobre la base de principios y valores que aseguren su
capacidad de convivir respetando a los demás.
El
líder histórico de la Revolución Cubana en su discurso pronunciado en el
homenaje al periódico Revolución en 1961 señaló: «aquí tienen su época; los que
nacieron con sensibilidad humana, vocación revolucionaria, preocupaciones por
los destinos y por el futuro de su país, los que nacieron con inquietudes
intelectuales honradas, inquietudes artísticas, inquietudes de cualquier orden
social, esta es su época, esta es su oportunidad…». Abrazar la idea de avanzar,
consolidar y construir una nación democrática, próspera, sustentable y unida
que cree en la posibilidad del mejoramiento humano y brinda oportunidad para
todos y todas independientemente de su orientación sexual e identidad de género
es vital. Es época de sensibilidad humana y transformaciones profundas, seamos
más sensibles, más respetuosos e incluyámonos en la lucha por una sociedad más
inclusiva y sin discriminación.
*Profesora Titular de la Universidad de
Ciencias Pedagógicas Enrique José Varona
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