Este mes saltaron las alarmas luego de que los Centros de Control y Prevención de Enfermedades (CDC) y la oficina antinarcóticos de la Casa Blanca advirtieran que
Estados Unidos sufre de una epidemia de muertes por sobredosis de drogas (envenenamiento), y que la mayoría de éstas son producto del abuso de opiáceos, incluida la heroína.
Resulta que la gran mayoría de estas víctimas primero fueron, o son
todavía, adictos a opiáceos fabricados y recetados legalmente por
médicos en este país, los cuales en muchos casos llevan al uso de la
heroína ilícita.
Según los CDC, la agencia federal encargada de control de
enfermedades, entre 2000 y 2014 (las cifras oficiales más recientes) la
tasa de muertes relacionadas con sobredosis de opiáceos –principalmente
analgésicos y heroína– se ha triplicado. En 2014 los opiáceos estaban
relacionados con la muerte de 28 mil 647 personas, la gran mayoría por
analgésicos recetados. Eso es 61 por ciento del total de muertes por
sobredosis de todo tipo de drogas ese año: 47 mil 55, el equivalente de
unas 125 personas diarias, que marca un nuevo récord anual.
Entre 2000 y 2014 casi medio millón de personas han fallecido
por sobredosis de drogas en este país. En 2014 hubo 1.5 veces más
muertes por drogas que por accidentes automovilísticos, de acuerdo con
los CDC.
Hoy día se calcula que más de 2 millones de estadunidenses
son adictos a los opiáceos recetados, mientras unos 467 mil son adictos a
la heroína, según el Sondeo Nacional sobre Uso de Drogas y
Salud. Mientras las muertes relacionadas con opiáceos recetados son
mayoría, se registra un incremento dramático en muertes por heroína
durante los últimos cuatro años.
La relación entre el abuso de los analgésicos recetados y la heroína
es directa, señalan los CDC. El abuso de opiáceos recetados es el factor
de riesgo más fuerte en el inicio del uso de la heroína, en gran medida
porque tiene efectos parecidos (algunos de los productos lícitos
provienen de la misma planta de la sustancia ilícita), pero la heroína
es mucho más barata y a veces más fácil de conseguir. Según la Casa
Blanca, cuatro de cada cinco adictos de heroína primero eran adictos a
los opiáceos recetados.
Durante los últimos 25 años, el número de opiáceos recetados
en Estados Unidos se ha disparado de 76 millones en 1991 a casi 207
millones en 2013 (Vicodin, OxyContin y Percocet, entre otros), reportó
el Instituto Nacional sobre Abuso de Drogas en testimonio ante el Senado
en 2014.
Algunos investigadores señalan que el dramático incremento en el uso y
abuso de los opiáceos recetados es resultado de una campaña comercial
de empresas farmacéuticas. Andrew Kolodny, jefe médico de la cadena
nacional de centros de tratamiento Phoenix House, comentó al Huffington Post que el esfuerzo de mercadeo de opiáceos
fue una campaña promocional como nunca hemos vistoy agregó que representantes de los fabricantes de OxyContin (Purdue Pharma) visitaban a médicos generales afirmando que la droga no tenía ningún riesgo adverso y
lo que estaban vendiendo era la idea de que el dolor era una enfermedad, y no un síntoma.
Como resultado, la venta de OxyContin, con todos los otros
analgésicos opiáceos, se disparó durante los últimos 25 años, de 76
millones de recetas en 1991 a casi 207 millones en 2013, según el
Instituto Nacional de Salud. Mientras tanto, Purdue Pharma, Johnson
& Johnson y Endo Pharmaceuticals, entre otras, han generado fortunas
con este negocio. Los dueños de Purdue, la familia Sackler, hoy día es
la decimasexta más rica del país, en gran parte por su negocio con
OxyContin.
A la vez, hay un cambio demográfico en el perfil de un adicto al
opiáceo/heroína. Ya no tiene la imagen anterior de un joven pobre,
frecuentemente de una minoría en un gueto urbano. Según investigaciones
médicas publicada por JAMA, la
revista de la Asociación Médica Estadunidense, el usuario típico de
heroína hoy día es un adulto joven (empieza a consumir a los 23 años),
vive en zonas no urbanas, previamente ha abusado de drogas recetadas, y
es blanco.
Con ello, de repente ha cambiado el tono de la retórica
antinarcóticos oficial y la de políticos, incluso los que antes eran
grandes campeones de la guerra antinarcóticos y sus medidas punitivas.
Como ya no es un problema que se puede fingir que sólo afecta a
afroestadunidenses y latinos pobres, y como es un poco alarmante llenar
las prisiones con blancos de clase media o de familias rurales, las
propuestas para abordar el fenómeno de pronto ya no son más cárcel y
castigo, sino más atención médica y tratamiento.
Ahora dicen que la adicción no debe ser vista como una actividad
criminal, sino como una enfermedad, y políticos de ambos partidos –entre
ellos los precandidatos presidenciales– de repente ofrecen planes para
ofrecer tratamiento y medidas contra la adicción. De hecho, es asombroso
cómo ahora algunos políticos y precandidatos hasta comparten historias
personales con estos problemas dentro de sus propias familias (como la
hecho recientemente Jeb Bush, entre otros).
En Estados Unidos, según cálculos del doctor Sanjay Gupta, de CNN,
desde hace un par de años se recetan suficientes pastillas para el dolor
como para dar una a cada habitante del país –hombre, mujer, niño– cada
cuatro horas las 24 horas durante tres semanas. El 80 por ciento de las
pastillas para el dolor en el mundo son consumidas en este país.
Hasta donde se sabe, ninguno de los ejecutivos de estas farmacéuticas
gozan de un apodo como los jefes de los cárteles de droga ilícita. Para
los adictos y los que lucran de este mercado, la diferencia entre los
dos tipos de traficantes es poco relevante. Sin embargo, hay una gran
diferencia: los ejecutivos de estas farmacéuticas no son objetivo de una
guerra, ni tienen que huir de las autoridades por túneles, y los
periodistas no tienen que arriesgar la vida buscando una entrevista con
estos traficantes legales.
(Tomado de La Jornada)