sábado, 16 de mayo de 2015

INTERESANTE RECOPILACIÓN DE DOS ARTÍCULOS SOBRE EL ENVEJECIMIENTO POBLACIONAL EN CUBA

He tomado del sitio CUBADEBATE, dos artículos publicados bajo un título interesante:

Cuba envejece: ¿éxito o problema?


El país no cuenta con reemplazo generacional desde el año 1978, pues desde esta fecha la Tasa Global de Fecundidad es menor a los 2,1 hijos por mujer necesarios para alcanzar este relevo poblacional Basta solo mirar alrededor para que el índice de envejecimiento poblacional —estimado ya en un 19 % de la población con 60 años y más, cuando el último Censo de Población y Vi­viendas del 2012 anunciaba un 18,3 %— deje de ser un frío número y tome rostro.

Cuba envejece y lo hace aceleradamente. Si países del primer mundo como Francia tardaron unos cuatro siglos para alcanzar estos indicadores, Cuba lo ha hecho en apenas cinco décadas. Es un hecho que coloca el país frente a múltiples de­safíos, en tanto obliga a prestar mayor atención a las necesidades emergentes de una población de edad avanzada cada vez más nu­merosa. Pero este fenómeno demográfico también exige replantearse disyuntivas: envejecemos, ¿beneficio o problema? Ambos, si asumimos que es el resultado del desarrollo social alcan­zado.

De acuerdo con los estudiosos de este fenómeno, conceptualmente el envejecimiento poblacional pudiera ser reversible, pero no parece viable, al menos en el caso de Cuba. Resulta difícil que pueda producirse un aumento tan importante en la fe­cundidad capaz de revertir el efecto que una mayor sobrevivencia ejerce sobre la estructura por edad.

Cuba no cuenta con un reemplazo generacional desde el año 1978, pues desde esta fecha la Tasa Global de Fecundidad es menor a los 2,1 hijos por mujer necesarios para alcanzar este relevo poblacional. En el 2011, la Tasa Global de Fecundidad fue de 1,77 siendo la más alta de los últimos 24 años (comparada con 1,83 en 1990).

Según el Anuario Estadístico de Salud del 2014, este indicador disminuyó a 1,68 hijos por mujer; mientras la Tasa Bruta de Reproducción (cantidad de hijas por mujer) descendió de 1,80 en 1970 a 0,81 en el pasado año.

POR QUÉ NOS PONEMOS VIEJOS


“La fecundidad cubana es baja, pero siempre lo ha sido. Las mujeres han tenido la expectativa de tener dos hijos; y en los úl­timos años uno solo”, refirió Antonio Aja Díaz, director del Cen­tro de Estudios Demográficos de la Universidad de La Ha­bana (CEDEM). Unido a lo anterior, el académico agregó que “nosotros perdemos anualmente alrededor de 38 000 efectivos de población, todos muy jóvenes, con una feminización muy alta, es de­cir mu­­jeres en plena capacidad reproductiva. Esta dinámica es si­milar a la de muchos países desarrollados, con la particularidad de que esas naciones reciben emigración; que si bien no lle­va al nivel de reemplazo, sí acumula un número de nacimientos significativos. En nuestro caso no es así, por tanto te­nemos que trabajar también por retener población y ese es un tema pendiente. En un contexto demográfico como el cubano este es un elemento disfuncional, que no ayuda a ese desarrollo, porque se pierde población joven, en plena capacidad re­pro­duc­tiva, productiva y necesaria demográficamente ha­blando”.

Para la investigadora Grisell Rodríguez Gómez, la principal causa del envejecimiento demográfico es la baja fecundidad; pero insistió en que “los reducidos niveles de esta variable que tenemos hoy también constituyen un logro; en tanto son el resultado del ejercicio de un derecho de la mujer. Si la mujer, la pareja, la familia,  está haciendo uso de este derecho al decidir cuántos hijos tener —y el resultado es este nivel de envejecimiento—, indirectamente es un logro”.

La experta explicó a Granma que si bien la fecundidad es alta en países con bajo nivel de desarrollo económico y social, y baja en países del primer mundo —al menos así empezó a comportarse en sus inicios— ya hoy hay muchos países del co­no sur latinoamericano, así como Cuba, que siendo subdesarrollados tienden al comportamiento bajo de esta variable. Asimismo, sobre la decisión de tener hijos inciden otros factores como las carencias económicas, el limitado acceso a la vi­vienda y el elevado costo para la atención de los pequeños, a lo que se adiciona en muchos hogares la falta de servicios de apo­yo a la familia y la coexistencia con adultos mayores que re­quieren cuidados.

De acuerdo con la entrevistada, “en Cuba tenemos un pa­trón de fecundidad bajo desde inicios del siglo XX: cuando en 1910 las mujeres tenían cinco hijos promedio, en América La­tina la media era de 14 por mujer. La tasa global de fecundidad de la mujer en Cuba nunca subió de esos porcientos. No se pueden tomar decisiones pasando por alto esta historia”.

Hoy es una urgencia atender este tema. Se han pensado ac­ciones desde las políticas gubernamentales que fueran en la lí­nea de estimular la fecundidad, dijo; “pero, hay que estar conscientes de que no hay recogido en la historia universal un patrón bajo que se haya movido a uno alto; porque toda la transición de esta variable en el mundo, siempre ha ocurrido a la inversa. Tam­poco podemos dar la espalda a patrones culturales y comportamientos que ya la persona tiene asimilados e in­terio­riza­dos”.

“Desde la academia defendemos la perspectiva de que la mujer cubana no abandona su intención de tener hijos. Al te­ner uno cumple con uno de los roles socialmente aceptados de la mujer (tener un hijo y hacerlo temprano); pero el segundo, el ideal, se posterga, se abandona la idea, o se tiene. Es ahí don­de hablamos de que existe la reserva, porque está la intención, el deseo explícitamente reconocido de tenerlo por parte de mu­chas mujeres, pero no tienen condiciones materiales. Hacia ahí deben estar dirigidas las políticas, a apoyar, a acompañar a esas mujeres que quieren tener su segundo hijo pero no lo han he­cho por esas razones”, argumentó la especialista.

“Hay otras que no lo tendrán aun recibiendo garantías y es­tímulos porque no les interesa, porque no está en sus planes, en su proyecto de vida; lo cual además es su derecho absoluto; como también es un derecho que se le acompañe y se le apoye pa­ra logar ese ideal de familia. Y las políticas que se tracen de­ben estar acordes con esos derechos”.

En ese sentido, enfatizó en que cualquier política encaminada a elevar la fecundidad “tiene que partir de un diagnóstico fi­dedigno de qué es lo que pasa hoy: qué roles están desempeñando la familia, la pareja, la mujer y las entidades públicas (Educación, Salud y Trabajo) y ¿por qué? ¿Qué se habla en las es­cuelas sobre este fenómeno? Aún no lo suficiente, por lo que sigue siendo un tema pendiente a incorporar en la vida de los ni­ños y jóvenes ¿cómo en el nivel primario de atención se aborda? Tienen que retomarse alternativas y estrategias desde la comunidad, pero no es un problema solo de salud pública. Es una atención colegiada, y todas las instituciones tienen que trabajar en función de apoyar y acompañar a aquella pareja que sí quiere tener el hijo.

De modo general, los especialistas alertan sobre las políticas de estimulación de la maternidad, en tanto estas no pueden abordarse de forma pragmática. Que la fecundidad aumente se­rá un proceso de generaciones, que debe pasar el filtro sociológico, cultural, religioso, y de costumbres de la sociedad. Las in­vestigaciones y las acciones que se propongan tienen que ser lo suficientemente rigurosas y contemplar la diversidad en la for­mación de las familias cubanas.

¿Cómo articular el proceso de desarrollo del país con el elevado índice de envejecimiento poblacional que caracteriza el escenario demográfico cubano? La disyuntiva es clara: ¿éxito o problema?

Para la investigadora del Centro de Estudios Demográficos de la Universidad de La Habana (CEDEM), Grisell Rodríguez, Cuba debe atender esta dinámica demográfica desde la gestión y planificación de programas de desarrollo económico y social que consideren las características de este grupo poblacional.

“Hay que darse cuenta que serán menos los trabajadores, que se necesitarán más servicios geriátricos que pediátricos y que es vital buscar fórmulas para aprovechar a esa población ya en edad avanzada, pero que todavía es útil. Sobran los ejemplos de personas entre 60 y 75 años que todavía están vinculadas laboralmente y aportando mucho. No se pue­de concebir a este grupo etario como carente, porque no lo es; no es solo una población que necesita atención”.

¿Qué debemos hacer? La premisa —de acuerdo con varios expertos— se sustenta en que el desarrollo tiene que estar no solo en función de satisfacer las necesidades de la población; sino en función de los cambios demográficos, si se quiere aprender a vivir en armonía con los ancianos.

MÁS DE UN DESAFÍO

El envejecimiento poblacional es un fenómeno característico de países con alto nivel de desarrollo económico y social. Por tanto es un desafío en estos dos órdenes y el último de ellos constituye un reto en particular dentro del ámbito edu­ca­cional, en cuanto a la responsabilidad de la educación en la re­­lación entre generaciones, y la convivencia familiar.


Así explicó el profesor Antonio Aja Díaz, director del CEDEM, para quien en el plano económico están muchos de los obstáculos a sortear, partiendo de que aumentan los grupos de edades en 60 años y más, disminuyen los segmentos poblacionales más jóvenes y por tanto hay afectación sustantiva a las fuerzas de trabajo y a la capacidad productiva.

“En una estructura económica de un país como Cuba, tener una población cada vez más envejecida significa más necesidades en el orden asistencial, de servicios de salud, de calidad y confort de vida. Pero también mayor consumo, y aumento en la demanda de transporte; y la necesidad de eliminar barreras arquitectónicas, por ejemplo. De ahí que el envejecimiento en este aspecto será un fenómeno más o menos problemático”.

El entrevistado mencionó un tema esencial como el de los cuidados, donde llamó la atención sobre el papel que deben desempeñar las nuevas formas de gestión económica y figuras del trabajo por cuenta propia, además de las instituciones estatales. En este sentido, hoy el país tiene aprobada la actividad de cuidador de enfermos, personas con discapacidad y ancianos.

No es difícil imaginar lo que supone para la economía cubana, y la familiar, escenarios como los actuales y los que se avecinan.

“Hoy un cubano trabaja como promedio para el sustento de cuatro o cinco personas; y se estima que estas cifras se dupliquen. Debemos habituarnos a que funcionaremos, incluso en el ámbito laboral, con una población de 60 años y más en su mayoría. La jubilación se corrió a los 65 años en los hombres y 60 en las mujeres; pero ello no es lo mismo para un obrero de la construcción o de la agricultura, que para un profesional que trabaje hasta avanzada edad.  Se deben estudiar las particularidades de cada caso y, sobre todo, crear condiciones de vida y de trabajo favorables para la permanencia o reincorporación de quienes lo deseen”.

En el desarrollo de políticas públicas articuladas está, según el profesor Aja, el camino para enfrentar este fenómeno. Al respecto co­mentó lo acertado de aprobar por el Con­se­jo de Ministros un conjunto de medidas para atender la dinámica demográfica, encaminadas a estimular la fecundidad, responder a las necesidades de la población de la tercera edad, así como promover el empleo mayoritario y eficiente de las personas aptas para el trabajo; lo cual está en sintonía además con los Lineamientos de la Política Económica y Social del Partido y la Revolución.

Otro de los retos recae en el sistema de salud y asistencia social, recargados ante el envejecimiento, que no puede ser visto solo desde lo asistencial, como una enfermedad. “Por muchos años pusimos el énfasis en las especialidades de atención a los jóvenes y a los niños; y ahora tenemos que trasladar el énfasis hacia el adulto mayor”, dijo el entrevistado. No obstante, puntualizó que no puede descuidarse en términos de promoción, prevención y educación en salud a los jóvenes. “Es esa juventud la que atenderá a los viejos de mañana, y si crece con enfermedades, malos hábitos de alimentación, alcoholismo, tabaquismo y poca práctica de ejercicios; pues ese es el envejecimiento que tendremos”.

SIEMPRE ÚTILES

¿Cuánto pudieran — y pueden— aportar los adultos mayores? Para José Luis Martín Romero, investigador del CE­DEM, si bien la población laboral cubana está en pleno proceso de envejecimiento; y la edad promedio del trabajador está sobre los 40 años, no puede ser solo entendido como un proceso negativo. “A esa edad, generalmente, hay una consolidación del conocimiento, las experiencias, se trabaja con mayor calificación y competencias”. Sin embargo, el especialista mencionó co­mo uno de los mayores desafíos que tiene el país, el de crear y recuperar condiciones adecuadas de trabajo para que la generación de adultos mayores —todavía útil— se incorpore a la vida laboral desempeñando antiguos oficios, hoy desaparecidos.

“Tenemos la fuerza de trabajo más calificada de América La­tina, pero aún debemos ganar en cultura del trabajo. De­be­mos ver el envejecimiento de la fuerza de trabajo en relación con el movimiento de la sociedad y la economía, y partir de la premisa de que es necesario y prudente aprovechar esa fuerza”, refirió.

CUIDADOS Y FEMINIZACIÓN DE LA VEJEZ

Sobre el tema de la mujer Grisell Rodríguez apunta que al mismo se le ha dado prioridad, pero “aún de puertas hacia fuera”. “Las posibilidades de incorporación social de la mujer han sido amplísimas, nuestra ley de maternidad es de las más progresistas del mun­do y la mujer cubana gana lo mismo que un hombre en la misma plaza de trabajo, por ejemplo”.

Pero, para la investigadora, el problema está “de la puerta del hogar, los centros de trabajo y las escuelas hacia adentro, donde se han mantenido y se siguen reproduciendo un grupo de patrones de comportamiento de una sociedad machista, donde aún prevalece la so­brecarga de roles a la mujer”. Y es justamente en este escenario donde las féminas —“cuidadoras por excelencia”, como los propios estereotipos sociales las han acuñado— experimentan exceso de tareas, lo cual se agudiza en el caso de las propias adultas mayores cuidando a otros adultos mayores.

Al rol de ama de casa, madre-cuidadora de los hijos y esposa, se le añade entonces el de cuidadora de los mayores del hogar, lo cual “es un elemento que los estudios han apuntado incide contra la decisión de una pareja de tener hijos”.

La especialista significó la necesidad de crear más estructuras de apoyo para que la mu­jer y, en general la familia, tengan mayores facilidades que le permitan aportar a la sociedad mediante su trabajo y al mismo tiempo no desa­tender el cuidado al adulto mayor y a los menores. Sobre este aspecto en particular mencionó ejemplos como la adquisición de comida elaborada o semi-hecha, servicios de cuidado más allá de los horarios tradicionales, entre otros. La sociedad necesita que esa mujer, la cual forma parte de la población joven en edad la­boral y con mucho que aportar, pueda mantenerse económicamente activa.

UNA SOCIEDAD SIN “GERONTOFOBIA”
 

La sociedad cubana debe plantearse urgentemente cambiar la relación que existe entre sus generaciones y fomentar un mayor respeto de los unos a los otros. “Menos agresión verbal y ruido, mayor respeto a la individualidad, y a los ancianos y a la mujer. Mayor entendimiento entre los jóvenes, porque van a ser los ancianos del futuro; y para eso no hay que esperar desa­rrollo económico”, sostiene el profesor Aja. “Muchas de esas normas de convivencia se han perdido en los últimos 30 años y eso hay que rescatarlo, porque una sociedad envejecida y además con disfunciones sociales como estas, puede convertirse en una sociedad caótica. No hay que esperar para que en los ómnibus de este país, los más jóvenes les den los asientos a los mayores, sea hombre, mujer o niño. No hay que aguardar por ningún otro recurso para que a través de la familia, los medios, las instituciones educativas, se llame al orden en ese sentido, porque es lo que transmitiremos de generación en generación”, subrayó.

El mayor recurso de los países es su pueblo. Construir una so­ciedad amigable con los adultos mayores es entonces la me­jor manera de cuidar nuestra gente.


 

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