Cuba envejece: ¿éxito o problema?
El país no cuenta con reemplazo generacional desde el año 1978,
pues desde esta fecha la Tasa Global de Fecundidad es menor a los 2,1 hijos por
mujer necesarios para alcanzar este relevo poblacional Basta solo mirar
alrededor para que el índice de envejecimiento poblacional —estimado ya en un
19 % de la población con 60 años y más, cuando el último Censo de Población y
Viviendas del 2012 anunciaba un 18,3 %— deje de ser un frío número y tome
rostro.
Cuba
envejece y lo hace aceleradamente. Si países del primer mundo como Francia
tardaron unos cuatro siglos para alcanzar estos indicadores, Cuba lo ha hecho
en apenas cinco décadas. Es un hecho que coloca el país frente a múltiples desafíos,
en tanto obliga a prestar mayor atención a las necesidades emergentes de una
población de edad avanzada cada vez más numerosa. Pero este fenómeno
demográfico también exige replantearse disyuntivas: envejecemos, ¿beneficio o
problema? Ambos, si asumimos que es el resultado del desarrollo social alcanzado.
De
acuerdo con los estudiosos de este fenómeno, conceptualmente el envejecimiento
poblacional pudiera ser reversible, pero no parece viable, al menos en el caso
de Cuba. Resulta difícil que pueda producirse un aumento tan importante en la
fecundidad capaz de revertir el efecto que una mayor sobrevivencia ejerce
sobre la estructura por edad.
Cuba no cuenta con un reemplazo generacional
desde el año 1978, pues desde esta fecha la Tasa Global de Fecundidad es menor
a los 2,1 hijos por mujer necesarios para alcanzar este relevo poblacional. En
el 2011, la Tasa Global de Fecundidad fue de 1,77 siendo la más alta de los últimos
24 años (comparada con 1,83 en 1990).
Según
el Anuario Estadístico de Salud del 2014, este indicador disminuyó a 1,68 hijos
por mujer; mientras la Tasa Bruta de Reproducción (cantidad de hijas por mujer)
descendió de 1,80 en 1970 a 0,81 en el pasado año.
POR QUÉ NOS PONEMOS VIEJOS
“La fecundidad cubana es baja, pero siempre lo ha sido. Las mujeres han tenido la expectativa de tener dos hijos; y en los últimos años uno solo”, refirió Antonio Aja Díaz, director del Centro de Estudios Demográficos de la Universidad de La Habana (CEDEM). Unido a lo anterior, el académico agregó que “nosotros perdemos anualmente alrededor de 38 000 efectivos de población, todos muy jóvenes, con una feminización muy alta, es decir mujeres en plena capacidad reproductiva. Esta dinámica es similar a la de muchos países desarrollados, con la particularidad de que esas naciones reciben emigración; que si bien no lleva al nivel de reemplazo, sí acumula un número de nacimientos significativos. En nuestro caso no es así, por tanto tenemos que trabajar también por retener población y ese es un tema pendiente. En un contexto demográfico como el cubano este es un elemento disfuncional, que no ayuda a ese desarrollo, porque se pierde población joven, en plena capacidad reproductiva, productiva y necesaria demográficamente hablando”.
Para la
investigadora Grisell Rodríguez Gómez, la principal causa del envejecimiento
demográfico es la baja fecundidad; pero insistió en que “los reducidos niveles de esta variable que tenemos hoy también
constituyen un logro; en tanto son el resultado del ejercicio de un derecho de
la mujer. Si la mujer, la pareja, la familia, está haciendo uso de este
derecho al decidir cuántos hijos tener —y el resultado es este nivel de
envejecimiento—, indirectamente es un logro”.
La
experta explicó a Granma que si bien la fecundidad es alta en países con bajo
nivel de desarrollo económico y social, y baja en países del primer mundo —al
menos así empezó a comportarse en sus inicios— ya hoy hay muchos países del cono
sur latinoamericano, así como Cuba, que siendo subdesarrollados tienden al
comportamiento bajo de esta variable. Asimismo,
sobre la decisión de tener hijos inciden otros factores como las carencias
económicas, el limitado acceso a la vivienda y el elevado costo para la
atención de los pequeños, a lo que se adiciona en muchos hogares la falta de
servicios de apoyo a la familia y la coexistencia con adultos mayores que requieren
cuidados.
De
acuerdo con la entrevistada, “en Cuba tenemos un patrón de fecundidad bajo
desde inicios del siglo XX: cuando en 1910 las mujeres tenían cinco hijos
promedio, en América Latina la media era de 14 por mujer. La tasa global de
fecundidad de la mujer en Cuba nunca subió de esos porcientos. No se pueden
tomar decisiones pasando por alto esta historia”.
Hoy es
una urgencia atender este tema. Se han pensado acciones desde las políticas
gubernamentales que fueran en la línea de estimular la fecundidad, dijo;
“pero, hay que estar conscientes de que no hay recogido en la historia
universal un patrón bajo que se haya movido a uno alto; porque toda la
transición de esta variable en el mundo, siempre ha ocurrido a la inversa. Tampoco
podemos dar la espalda a patrones culturales y comportamientos que ya la
persona tiene asimilados e interiorizados”.
“Desde
la academia defendemos la perspectiva de que la mujer cubana no abandona su
intención de tener hijos. Al tener uno cumple con uno de los roles socialmente
aceptados de la mujer (tener un hijo y hacerlo temprano); pero el segundo, el
ideal, se posterga, se abandona la idea, o se tiene. Es ahí donde hablamos de
que existe la reserva, porque está la intención, el deseo explícitamente
reconocido de tenerlo por parte de muchas mujeres, pero no tienen condiciones
materiales. Hacia ahí deben estar dirigidas las políticas, a apoyar, a
acompañar a esas mujeres que quieren tener su segundo hijo pero no lo han hecho
por esas razones”, argumentó la especialista.
“Hay
otras que no lo tendrán aun recibiendo garantías y estímulos porque no les
interesa, porque no está en sus planes, en su proyecto de vida; lo cual además
es su derecho absoluto; como también es un derecho que se le acompañe y se le
apoye para logar ese ideal de familia. Y las políticas que se tracen deben
estar acordes con esos derechos”.
En ese
sentido, enfatizó en que cualquier política encaminada a elevar la fecundidad
“tiene que partir de un diagnóstico fidedigno de qué es lo que pasa hoy: qué
roles están desempeñando la familia, la pareja, la mujer y las entidades
públicas (Educación, Salud y Trabajo)
y ¿por qué? ¿Qué se habla en las escuelas sobre este fenómeno? Aún no lo
suficiente, por lo que sigue siendo un tema pendiente a incorporar en la vida
de los niños y jóvenes ¿cómo en el nivel primario de atención se aborda?
Tienen que retomarse alternativas y estrategias desde la comunidad, pero no es
un problema solo de salud pública. Es una atención colegiada, y todas las
instituciones tienen que trabajar en función de apoyar y acompañar a aquella
pareja que sí quiere tener el hijo.
De modo
general, los especialistas alertan sobre las políticas de estimulación de la
maternidad, en tanto estas no pueden abordarse de forma pragmática. Que la
fecundidad aumente será un proceso de generaciones, que debe pasar el filtro
sociológico, cultural, religioso, y de costumbres de la sociedad. Las investigaciones
y las acciones que se propongan tienen que ser lo suficientemente rigurosas y
contemplar la diversidad en la formación de las familias cubanas.
¿Cómo articular el proceso de desarrollo del país con el elevado índice
de envejecimiento poblacional que caracteriza el escenario demográfico cubano?
La disyuntiva es clara: ¿éxito o problema?
Para la investigadora del Centro de Estudios Demográficos de la Universidad de La Habana (CEDEM), Grisell Rodríguez, Cuba debe atender esta dinámica demográfica desde la gestión y planificación de programas de desarrollo económico y social que consideren las características de este grupo poblacional.
“Hay que darse cuenta
que serán menos los trabajadores, que se necesitarán más servicios geriátricos
que pediátricos y que es vital buscar fórmulas para aprovechar a esa población
ya en edad avanzada, pero que todavía es útil. Sobran los ejemplos de personas
entre 60 y 75 años que todavía están vinculadas laboralmente y aportando mucho.
No se puede concebir a este grupo etario como carente, porque no lo es; no es
solo una población que necesita atención”.
¿Qué debemos hacer? La premisa —de acuerdo con varios expertos— se
sustenta en que el desarrollo tiene que estar no solo en función de satisfacer
las necesidades de la población; sino en función de los cambios demográficos,
si se quiere aprender a vivir en armonía con los ancianos.
MÁS DE UN DESAFÍO
El envejecimiento poblacional es un fenómeno característico de países con alto nivel de desarrollo económico y social. Por tanto es un desafío en estos dos órdenes y el último de ellos constituye un reto en particular dentro del ámbito educacional, en cuanto a la responsabilidad de la educación en la relación entre generaciones, y la convivencia familiar.
Así explicó el profesor Antonio Aja Díaz, director del CEDEM, para quien
en el plano económico están muchos de los obstáculos a sortear, partiendo de
que aumentan los grupos de edades en 60 años y más, disminuyen los segmentos
poblacionales más jóvenes y por tanto hay afectación sustantiva a las fuerzas
de trabajo y a la capacidad productiva.
“En una estructura económica de un país como Cuba,
tener una población cada vez más envejecida significa más necesidades en el
orden asistencial, de servicios de salud, de calidad y confort de vida. Pero
también mayor consumo, y aumento en la demanda de transporte; y la necesidad de
eliminar barreras arquitectónicas, por ejemplo. De ahí que el envejecimiento en
este aspecto será un fenómeno más o menos problemático”.
El entrevistado mencionó un tema esencial como el de los cuidados, donde
llamó la atención sobre el papel que deben desempeñar las nuevas formas de
gestión económica y figuras del trabajo por cuenta propia, además de las
instituciones estatales. En este sentido, hoy el país tiene aprobada la
actividad de cuidador de enfermos, personas con discapacidad y ancianos.
No es difícil imaginar lo que supone para la economía cubana, y la
familiar, escenarios como los actuales y los que se avecinan.
“Hoy un cubano trabaja como promedio para el sustento de cuatro o cinco
personas; y se estima que estas cifras se dupliquen. Debemos habituarnos a que funcionaremos, incluso en
el ámbito laboral, con una población de 60 años y más en su mayoría. La
jubilación se corrió a los 65 años en los hombres y 60 en las mujeres; pero
ello no es lo mismo para un obrero de la construcción o de la agricultura, que
para un profesional que trabaje hasta avanzada edad. Se deben
estudiar las particularidades de cada caso y, sobre todo, crear condiciones de
vida y de trabajo favorables para la permanencia o reincorporación de quienes
lo deseen”.
En el desarrollo de políticas públicas articuladas está, según el
profesor Aja, el camino para enfrentar este fenómeno. Al respecto comentó lo acertado de aprobar por el Consejo de
Ministros un conjunto de medidas para atender la dinámica demográfica,
encaminadas a estimular la fecundidad, responder a las necesidades de la
población de la tercera edad, así como promover el empleo mayoritario y
eficiente de las personas aptas para el trabajo; lo cual está en sintonía
además con los Lineamientos de la Política Económica y Social del Partido y la
Revolución.
Otro de los retos recae en el sistema de salud y asistencia social,
recargados ante el envejecimiento, que no puede ser visto solo desde lo
asistencial, como una enfermedad. “Por muchos años pusimos el énfasis en las
especialidades de atención a los jóvenes y a los niños; y ahora tenemos que
trasladar el énfasis hacia el adulto mayor”, dijo el entrevistado. No obstante,
puntualizó que no puede descuidarse en términos de promoción, prevención y
educación en salud a los jóvenes. “Es esa juventud la que atenderá a los viejos
de mañana, y si crece con enfermedades, malos hábitos de alimentación,
alcoholismo, tabaquismo y poca práctica de ejercicios; pues ese es el
envejecimiento que tendremos”.
SIEMPRE ÚTILES
¿Cuánto pudieran — y pueden— aportar los adultos mayores? Para José Luis Martín Romero, investigador del CEDEM, si bien la población laboral cubana está en pleno proceso de envejecimiento; y la edad promedio del trabajador está sobre los 40 años, no puede ser solo entendido como un proceso negativo. “A esa edad, generalmente, hay una consolidación del conocimiento, las experiencias, se trabaja con mayor calificación y competencias”. Sin embargo, el especialista mencionó como uno de los mayores desafíos que tiene el país, el de crear y recuperar condiciones adecuadas de trabajo para que la generación de adultos mayores —todavía útil— se incorpore a la vida laboral desempeñando antiguos oficios, hoy desaparecidos.
“Tenemos la fuerza de
trabajo más calificada de América Latina, pero aún debemos ganar en cultura
del trabajo. Debemos ver el envejecimiento de la fuerza de trabajo en
relación con el movimiento de la sociedad y la economía, y partir de la premisa
de que es necesario y prudente aprovechar esa fuerza”, refirió.
CUIDADOS Y FEMINIZACIÓN DE LA
VEJEZ
Sobre el tema de la mujer Grisell Rodríguez apunta que al mismo se le ha dado
prioridad, pero “aún de puertas hacia fuera”. “Las posibilidades de
incorporación social de la mujer han sido amplísimas, nuestra ley de maternidad
es de las más progresistas del mundo y la mujer cubana gana lo mismo que un
hombre en la misma plaza de trabajo, por ejemplo”.
Pero, para la investigadora, el problema está “de la puerta del hogar, los centros de trabajo y las escuelas hacia
adentro, donde se han mantenido y se siguen reproduciendo un grupo de patrones
de comportamiento de una sociedad machista, donde aún prevalece la sobrecarga
de roles a la mujer”. Y es justamente en este escenario donde las féminas
—“cuidadoras por excelencia”, como los propios estereotipos sociales las han
acuñado— experimentan exceso de tareas, lo cual se agudiza en el caso de las
propias adultas mayores cuidando a otros adultos mayores.
Al rol de ama de casa, madre-cuidadora de los hijos y esposa, se le
añade entonces el de cuidadora de los mayores del hogar, lo cual “es un
elemento que los estudios han apuntado incide contra la decisión de una pareja
de tener hijos”.
La especialista significó la necesidad de crear más estructuras de apoyo
para que la mujer y, en general la familia, tengan mayores facilidades que le
permitan aportar a la sociedad mediante su trabajo y al mismo tiempo no desatender
el cuidado al adulto mayor y a los menores. Sobre este aspecto en particular
mencionó ejemplos como la adquisición de comida elaborada o semi-hecha,
servicios de cuidado más allá de los horarios tradicionales, entre otros. La
sociedad necesita que esa mujer, la cual forma parte de la población joven en
edad laboral y con mucho que aportar, pueda mantenerse económicamente activa.
UNA SOCIEDAD SIN “GERONTOFOBIA”
La sociedad cubana debe plantearse urgentemente cambiar la relación que existe
entre sus generaciones y fomentar un mayor respeto de los unos a los otros.
“Menos agresión verbal y ruido, mayor respeto a la individualidad, y a los
ancianos y a la mujer. Mayor entendimiento entre los jóvenes, porque van a ser
los ancianos del futuro; y para eso no hay que esperar desarrollo económico”,
sostiene el profesor Aja. “Muchas de esas normas de convivencia se han perdido
en los últimos 30 años y eso hay que rescatarlo, porque una sociedad envejecida
y además con disfunciones sociales como estas, puede convertirse en una
sociedad caótica. No hay que esperar para que en los ómnibus de este país, los
más jóvenes les den los asientos a los mayores, sea hombre, mujer o niño. No
hay que aguardar por ningún otro recurso para que a través de la familia, los
medios, las instituciones educativas, se llame al orden en ese sentido, porque
es lo que transmitiremos de generación en generación”, subrayó.
El mayor recurso de
los países es su pueblo. Construir una sociedad amigable con los adultos
mayores es entonces la mejor manera de cuidar nuestra gente.
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