lunes, 6 de agosto de 2018

¿ES POSIBLE UNA MAYOR INSERCIÓN DE LA MUJER CUBANA A LA VIDA LABORAL ACTIVA?


Cuba: El valor de aprovechar el trabajo de las mujeres
De la Redacción
(
semlaccu@enet.cu)
La Habana, julio (Especial de SEMlac) - Pese a sus altos niveles de calificación técnica y profesional, y su incorporación creciente a la vida pública, las mujeres constituyen aún la mayor reserva laboral no explotada en Cuba, coinciden especialistas.
"Estamos en un momento en que el potencial laboral de los hombres está siendo aprovechado de una manera mayor que el de las mujeres", explicó a SEMlac la doctora Grisell Rodríguez Gómez, demógrafa y subdirectora del Centro de Estudios Demográficos (Cedem), de la Universidad de La Habana.
"Queda, por tanto, una reserva femenina para la incorporación al empleo y para aportar al desarrollo económico y social del país", precisó la experta.
Estudios recientes aluden cada vez más a la urgencia de optimizar el llamado "bono de género", que implica contabilizar el aumento de la producción económica a partir de propiciar y aprovechar el trabajo de las mujeres, en condiciones de igualdad frente a sus congéneres masculinos.
Esta urgencia es mayor en países con avanzados procesos de envejecimiento demográfico, donde el potencial laboral activo se contrae, a medida que crece el grupo de personas que superan los 60 años de edad.
Sin embargo, varias investigaciones reconocen brechas en el aprovechamiento de esa reserva, vinculadas en muchos casos a herencias machistas muy arraigadas, que legitiman estereotipos de género no solo dentro del hogar, sino también a la hora de apostar por una opción de empleo.

Están, pero no están
Laritza Ramos tiene apenas 30 años, es graduada de nivel técnico medio en Informática, pero actualmente se declara como "ama de casa", aunque al abandonar su empleo estatal no dejó de trabajar.
Vecina del municipio capitalino de Playa, Ramos fue empleada durante casi cinco años de una empresa de proyectos en Centro Habana, pero los viajes diarios "de un extremo al otro de la ciudad" y lo poco atractiva que le resultaba su labor, la llevaron a solicitar la baja.
"Varios días a la semana trabajo como ayudante en una cafetería privada del barrio; gano bastante bien, pero no es algo estable y no vale la pena hacer todo el papeleo para inscribirse como contratada", explicó a SEMlac.
Aunque trabaja, Ramos es parte formalmente de la proporción de mujeres en edad laboral, calificadas, que se reporta como desocupada en Cuba, una realidad que ha crecido en las últimas décadas.
Entre 2002 y 2012, los años de los dos últimos Censos de Población, se constató un crecimiento de mujeres graduadas de nivel medio y medio superior que se declararon realizando labores del hogar, dato que refuerza la existencia de un potencial laboral femenino poco aprovechado, evalúa Grisell Rodríguez Gómez.
Para el doctor Juan Carlos Albizu-Campos, también investigador del Cedem, ese número aumenta cuando se suma a otras mujeres que estaban en sus casas y tuvieron la opción de cursar estudios superiores con la municipalización de la enseñanza universitaria.
"Quizás en otras condiciones no hubieran alcanzado nivel superior, pero al terminar los estudios volvieron a ocuparse en labores domésticas no remuneradas", detalló Albizu-Campos.
"Hay una capacidad en la población femenina que no solo tiene que ver con la edad, sino también con esa formación que no se está aprovechando", sostiene Rodríguez.
No obstante, al cierre de 2016 la desocupación femenina en Cuba era de 2,2 por ciento y había disminuido respecto a 2013, cuando se reportó 3,5 por ciento, según datos del informe nacional presentado por el país a la Tercera Reunión de la Conferencia Regional sobre Población y Desarrollo de América Latina y el Caribe.
Ese mismo año, 37 por ciento de quienes trabajaban en el país eran mujeres y ellas totalizaban 48 por ciento del sector estatal civil y mixto. Eran 63 por ciento del personal técnico y profesional, 64 por ciento del administrativo, 43 por ciento del dedicado a servicios y 37 por ciento de quienes desempeñaban cargos de dirección.
"Aunque las cubanas se erigen como la principal fuerza técnica y profesional del país, también resultan las más envejecidas y alrededor de 60 por ciento de ellas se desempeña en el sector de los servicios sociales, personales y comunales, donde se concentran los salarios más bajos", alertaba en 2014 la economista y demógrafa Taylí López Tutusaus.
En su investigación "Inserción de la mujer cubana en el mercado laboral a inicios del siglo XXI", publicada ese año por el Cedem, López ya anticipaba la tesis de Rodríguez.
Las cubanas representan "el principal reservorio de recursos laborales disponibles, con altos niveles educacionales y de calificación", afirmaba López en su estudio.
La investigadora también llamaba la atención sobre la situación de "desventaja para acceder al empleo" de la población femenina, una realidad que no ha variado mucho.
Las mujeres se insertan básicamente en el sector terciario de la economía, están afectadas por débiles infraestructuras de apoyo al hogar y reciben, en la mayoría de los casos, salarios insuficientes.
La situación se agrava con la sobrecarga doméstica adquirida por una marcada herencia patriarcal, vigente aún en la isla y que constituye uno de los mayores retos a atender en la actualidad, según han identificado especialistas y expertas.
La aplicación desde 2010 de una nueva política económica en el país, en busca de mayor eficiencia y productividad, y que incluyó la reducción del empleo estatal, ha impactado particularmente a las mujeres.
Aunque ellas mostraban una inserción favorable en el trabajo remunerado, "la construcción simbólica de la 'idoneidad' y los roles asignados como cuidadoras, las hacen más vulnerables que los hombres al proceso de cambio", suscribe la socióloga Dayma Echevarría en su artículo "Economía: ¿cómo viven las cubanas los cambios actuales? ".
La población femenina, además, es protagonista del envejecimiento de la población en dos caminos fundamentales: ellas conforman la mayoría de la población envejecida, pero también son quienes asumen, por lo general, las labores de cuidado, lo que las pone en franca desventaja a la hora de acceder al empleo.
"Si se tiene en cuenta la alta participación social de las mujeres en la economía cubana, a la vez que la permanencia de patrones sexistas que consideran las labores de cuidado como responsabilidad principalmente de las mujeres, puede vislumbrarse una potencial zona de conflicto", asevera Ana Violeta Castañeda Marrero, en su estudio "¿Quién cuida en la ciudad?", publicado este año en la serie Asuntos de Género, de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal).

Las cuitas del cuidado
La historia de Marta Suárez Castaño ilustra los desafíos que representan el envejecimiento y, sobre todo, el cuidado, para la sociedad cubana contemporánea.
Contadora de profesión, Suárez nunca pensó que terminaría su vida laboral cocinando. Con 51 años recién cumplidos, desde hace ocho regenta un servicio de alimentos ligeros en la ciudad patrimonial de Trinidad, en la central provincia de Sancti Spíritus, a poco más de 340 kilómetros de La Habana.
"Tuve que dejar mi puesto de contadora cuando mi madre enfermó y terminó en cama, sin poderse valer por sí misma", contó a SEMlac hace cuatro años.
"Fueron años muy difíciles, pues me encantaba mi trabajo y sobre todo me gustaba salir a la calle todos los días, pero la vida se impuso. Al principio abrí una cafetería en el portal, para no aburrirme mientras cuidaba de mi mamá y también para ganar algún dinero extra, pues con el salario de mi esposo solo no alcanzaba", explicaba entonces.
Interrogada nuevamente este julio, la situación de Suárez ha cambiado, pero ella se resiste a volver al empleo estatal.
"Ya me acostumbré a estar en la casa. Cambié la cafetería por un servicio de buffet para fiestas. Lo hago aquí mismo, previo pedido. A veces trabajo solamente una o dos veces a la semana. Somos solo mi esposo y yo, y él tiene su salario. Nos va bien, nos dan las cuentas", detalló.
Como Suárez, son mujeres la mayoría de las personas que en Cuba abandonan sus empleos para cuidar a familiares envejecidos o niños pequeños.
Datos de la Encuesta Nacional sobre Igualdad de Género (ENIG) de 2017, citados en el estudio de Castañeda, confirman que las mujeres dedican al cuidado no remunerado mucho más tiempo los hombres: ocho horas semanales como promedio, frente a tres horas en el caso de ellos.
Realizada por el Centro de Estudios de la Mujer de la Federación de Mujeres Cubanas y el Centro de Estudios de Población y Desarrollo de la Oficina Nacional de Estadísticas e Información, la investigación también identificó otras inequidades en el empleo del tiempo femenino y masculino.
Según la ENIG, no existen diferencias sustanciales en el tiempo que hombres y mujeres dedican al empleo, cuando ambos laboran fuera de casa. Sin embargo, la brecha se hace notable en cuanto al tiempo que dedican al trabajo doméstico: 31,23 horas semanales las mujeres y 21,61 los hombres.
Y cuando ambos están desocupados, ellos dedican poco más de 22 horas semanales a esos quehaceres, frente a cerca de 40 en el caso de las mujeres.
A juicio de Castañeda, "la superación de esta situación no se limita a tomar medidas en el aspecto económico, ni puede pasar solo por la valoración del aporte femenino a la producción o el costo de su abandono del empleo y retorno al hogar, luego de haber alcanzado altos índices de participación en la vida económica y social del país".
La respuesta, según esta investigadora, debe encaminarse hacia un enfoque integral a las necesidades de cuidado.
Ese enfoque, recomienda, debe partir de "abordar el desafío de los cambios desde una perspectiva de igualdad de género, que incorpore la conciliación de actividades laborales y familiares, y tenga en cuenta la corresponsabilidad del cuidado entre mujeres y hombres, entre la familia y los servicios que ofrecen los sectores estatal y no estatal". 

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