MÁS ALLÁ DE
LA PANTALLA: LA VIOLENCIA DE GÉNERO
DIGITAL TIENE CONSECUENCIAS REALES EN LA VIDA DE LAS MUJERES
9 de octubre
de 2019 | Escribe: Stephanie Demirdjian en Violencias |
La especialista mexicana Marcela Suárez Estrada
analiza la red como otro espacio público donde se profundizan las agresiones
machistas.
No es una
novedad que las mujeres estamos expuestas a la violencia en los espacios
públicos –y en todos los demás espacios–. A diario sufrimos el acoso en las
calles, nos manosean cuando viajamos en ómnibus y hasta abusan de nosotras
mientras varios buscan justificarlo. También recibimos acoso, insultos,
amenazas y comentarios misóginos cuando navegamos en nuestras redes sociales,
un espacio que se configura con y para otros y que, por lo tanto, también nos
expone a distintas formas de violencia. En una época en la que las nuevas
tecnologías son prácticamente extensiones de lo que hacemos y pensamos, el
contexto digital también se convierte en un espacio hostil para las mujeres y
otras poblaciones vulneradas.
La violencia
de género digital es definida como todo tipo de violencia que esté mediada por
una tecnología. Es un fenómeno que existe, tiene impacto en la vida de las
mujeres y es cada vez más frecuente. De hecho, el informe más reciente de la
Organización de las Naciones Unidas sobre esta temática, publicado en 2015,
asegura que 73% de la población de mujeres en el mundo ha experimentado algún
tipo de ciberviolencia.
Expertas y
organizaciones abordan esta problemática desde una perspectiva en la que
internet es concebida no como un espacio alejado de la realidad material, sino
como la continuidad del espacio social en el que habitamos. Una de ellas es la
mexicana Marcela Suárez Estrada, doctora en Ciencias Políticas por la
Universidad Libre de Berlín e investigadora del Instituto de Estudios
Latinoamericanos de ese centro educativo. Una de sus áreas de especialización
es la ciudadanía digital con perspectiva de género, y para hablar al respecto
fue invitada la semana pasada a participar en las Jornadas de Ciudadanía
Digital por Plan Ceibal y la Agencia de Gobierno Electrónico y Sociedad de la
Información y del Conocimiento. En ese marco, fue entrevistada por la diaria.
¿Qué cuestiones se analizan cuando se habla de ciudadanía digital con
perspectiva de género?
Se trata de
asegurar que mujeres y minorías vulneradas por cuestiones de origen
étnico-racial, de edad o clase, por ejemplo, vivan internet como un espacio
seguro, que tengan garantizada una integridad física y psíquica, y realmente se
sientan en condiciones de ejercer sus derechos, tengan las condiciones para habitar
el espacio tal como lo hacen al salir a la calle, puedan tener una posición
crítica y una voz propia respecto de algún tema. Los grupos más vulnerables a
la violencia digital son las niñas, niños y adolescentes, por un lado, y las
mujeres de entre 15 y 40 años, especialmente aquellas que están en posiciones
de liderazgo de opinión, como las periodistas y las activistas.
¿Qué formas específicas tiene la violencia digital hacia las mujeres?
Todo tipo de
violencia en espacios no virtuales tiene su continuidad en espacios virtuales.
Las categorías de agresiones son las mismas del espacio no virtual [ver
recuadro], simplemente porque el concepto de violencia de género digital es
cualquier daño que pueda resultar a una mujer con la mediación de tecnologías.
Las más comunes son el acoso, la suplantación de identidad –que es muy común
para después crear una campaña de desprestigio o de daño material, profesional
o de humillación que tenga que ver con su cuerpo– y la difusión, sin
consentimiento, de imágenes con contenido sexual. Pero hay muchas,
desgraciadamente, y tienen consecuencias reales para las mujeres. Hay daños a
su integridad física y psíquica, ataques de pánico, depresión, ansiedad,
dolores de cabeza e incluso suicidios. Hay daños materiales, a la propiedad, a
la carrera profesional, a la reputación, en la autoestima o en el honor. Daños
en la relación con su cuerpo, riesgo de expulsión de su círculo social y
también daños en cuanto a la relación de esas mujeres con la tecnología, lo que
a la vez acentúa la brecha digital de género.
Tipos de violencia de género digital
- Acceso o control no autorizado de las cuentas personales para manipular información.
- Suplantación y robo de identidad.
- Monitoreo y acecho de la vida online de una mujer.
- Expresiones discriminatorias contra mujeres referidas a patrones culturales machistas basados en roles tradicionales.
- Acoso o conductas de carácter reiterado y no solicitado que resultan molestas, perturbadoras o intimidatorias.
- Amenazas, contenidos violentos, lascivos o agresivos con la intención de daño a una mujer, a sus seres queridos o a sus bienes.
- Difusión de la información personal o íntima sin consentimiento.
- Extorsión.
- Campañas de desprestigio para descalificar la trayectoria de una mujer y dañar su imagen pública mediante la divulgación de información falsa, manipulada o fuera de contexto.
- Abuso sexual relacionado con la tecnología.
- Ejercicio de poder sobre una persona a partir de la explotación sexual de su imagen y/o cuerpo contra su voluntad
- Afectaciones a canales de expresión o de comunicación de una persona o grupo.
- Omisiones por parte de actores con poder regulatorio de lo que sucede online.
Actualmente estás trabajando en la investigación “Políticas feministas y la
lucha contra la violencia en la era de la digitalización”, en la que analizás
las formas en que colectivos feministas se apropian de las nuevas tecnologías
para luchar contra la violencia digital hacia las mujeres, formar redes,
movilizar el conocimiento y disputar el poder.
En esta
investigación me enfoco en cómo se organizan estas mujeres y en las estrategias
que están creando. Hay países, como México y Argentina, en los que están
surgiendo muchos colectivos feministas que lo que hacen es juntarse y crear
espacios seguros para que las mujeres exploren las tecnologías. Siguen la misma
lógica de la lucha tradicional de las mujeres, que ha consistido en ocupar los
espacios públicos y hacerse de ellos incluso cuando desde esa óptica
paternalista a veces les decían “ustedes no pueden salir a las calles”. La
respuesta de las mujeres era “vamos a salir y vamos a llevar falda porque
tenemos el derecho a la ciudad y a habitar los espacios”. Está pasando lo mismo
en internet. Esos colectivos dicen “no nos vamos a salir de internet aunque
haya violencia”. Algo que sucede es que generalmente, después de que se llevan
a cabo protestas callejeras, vienen olas de violencia digital contra colectivos
y feministas, llamándolas “feminazis”, por ejemplo. Pero estas mujeres salen
igual a dar la lucha, porque entienden que si no lo hacen se van a quedar sin
poder crear contenidos en las redes sociales. Para disminuir la brecha de
género digital hay que transitar de ser usuarias a ser creadoras, a involucrarse
políticamente. Politizar la tecnología significa cuestionarla y desarrollar una
relación propia con esa tecnología.
Algo que sucede es que colectivos, líderes de opinión y demás mujeres
feministas que ya son violentadas por el hecho de ser mujeres, son atacadas
además por denunciar públicamente estas problemáticas. ¿Cómo hacerle cara a
esta doble violencia?
Esa es la
pregunta, y no sé si puedo encontrar una respuesta. Me parece que lo que los
colectivos, las periodistas y las mujeres hacen en esos espacios es resistir,
porque ceder significa perder esos espacios y, sobre todo, perder una voz
crítica con perspectiva de género en esos espacios. Pienso que sin esas mujeres
que dan lucha y resisten, las más afectadas serán las generaciones futuras. Muchos
derechos que tenemos ahora son resultado de otras mujeres que salieron a las
calles y lucharon por eso. Entonces creo que por eso muchas mujeres están
diciendo ahora “tenemos que defender este espacio” y, sobre todo, crear otras
narrativas distintas de las que salen en los medios hegemónicos.
Una de las cosas que planteás es pensar en las redes sociales como un
espacio público más. ¿Es posible que el impacto que genera el acoso en las
redes sea incluso tanto o más dañino que el que provoca, por ejemplo, el acoso
callejero? Pienso en que en algunas redes, como Twitter, los comentarios quedan
de forma permanente, todo el mundo los ve y se pueden revisitar de vez en
cuando.
Es posible,
sobre todo para mujeres que ocupan posiciones de liderazgo en la formación
pública, como las periodistas. Los ataques en esa esfera, que es su esfera de
acción y de trabajo, son mucho mayores y, por lo tanto, más devastadores
profesionalmente que los que pueden recibir en la calle. De ahí vienen todos
los ataques y son dirigidos precisamente a esas mujeres, usando el cuerpo como
un blanco de ataque, y estereotipos misóginos. Sin duda, para muchas mujeres la
violencia digital tiene mayores repercusiones y mayores daños que la violencia
que podemos experimentar en la calle. Aquí estamos hablando de acoso en
concreto; también es para controlarnos. Porque si controlas a las mujeres en
esos espacios, controlas la opinión pública. En muchos países estos colectivos
están haciendo acompañamientos a periodistas, es un grupo que tienen en la mira
porque la violencia es diaria y permanente. Ser periodista mujer implica mucha
resistencia.
En muchos países existen leyes para proteger a las mujeres de la violencia
basada en género, pero no suelen incluir la violencia digital, que muchas veces
queda impune porque los agresores pueden esconder su identidad. ¿Qué se puede
hacer desde las políticas públicas para combatir esta problemática?
Ahí hay un
gran debate. Hay activistas mujeres, sobre todo las que han sido víctimas, que
se enfrentan día a día a casos de violencia, que van a denunciar y se
encuentran con obstáculos. Hay organizaciones de derechos humanos y de la
sociedad civil organizada que vienen trabajando desde hace años en la
legislación integral contra la violencia de género. En México, por ejemplo, hay
una ley que tipifica distintos tipos de violencia, y ahí lo que cuestionan esas
organizaciones es por qué hay que crear otra legislación específica para la
violencia digital. ¿Por qué no usar la legislación que ya existe? Mi posicionamiento
en este debate sería buscar si hay legislación que se pueda aplicar con este
entendimiento amplio de la violencia para no dividirla entre digital y no
digital, porque en la división se reproduce una relación de poder en la que lo
digital aparece como menos grave.
Una de las formas de violencia en la red es el robo de datos, que también
afecta más a las mujeres. Pienso en organizaciones PROVIDA, por ejemplo, que
buscan captar a embarazadas a partir de datos de internet para convencerlas de
que no aborten.
El negocio
de internet son los cuerpos de las mujeres: crean más datos a través de miles
de apps que están destinadas al control y la recolección de lo que nos
pasa. La app del embarazo, la de la pastilla anticonceptiva, la de la
menstruación, la del niño que nació. La preocupación no es solamente que
recolectan los datos, sino qué pasa con esos datos una vez que están en manos
de las empresas. Tenemos el derecho a tener el control de nuestra información
porque es nuestra esfera privada, y en eso no existe ningún tipo de conciencia.
Tomando el ejemplo que señalabas, es como si yo empezara a recibir en mi casa
cartas preguntándome si quiero abortar. En ese caso, me preguntaría quién me
las está mandando e iría a hacer la denuncia. Pero en internet una no puede
hacer eso, no hay ningún mecanismo, no hay transparencia. Veo que la gran
batalla de los próximos años va a ser entre los gobiernos y las grandes
empresas para poner límites en este sentido.
¿Hay alguna diferencia en el impacto que tiene la violencia digital hacia
las mujeres en América Latina en comparación con lo que ocurre en el resto del
mundo?
La violencia
contra las mujeres es un fenómeno histórico y global. Lo veo como algo
integral, por lo que también engloba las continuidades en el espacio digital.
Obviamente hay matices porque los países tienen diferentes características.
Cuando uno lee los reportes sobre violencia digital se da cuenta de que hay
violencias que están latentes, que hay muchas mujeres que son víctimas de las
mismas prácticas en México, en Uruguay o en Alemania. Es importante que no
caigamos en esa trampa de dividir: hay violencias latentes que internet
destapa, y esto nos da la oportunidad para debatir y repensar nuestra idea de
violencia aun en esos lugares donde creíamos que eso no pasa. Sí pasa, y muchas
veces es cuestión de la legitimación o el poder que tienen las víctimas para
hacer escuchar su voz. Sin duda, cada país tiene su propio contexto y sus
propias problemáticas, pero lo que es generalizado es la violencia, y donde están
las diferencias es en la impunidad.
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