¿Qué sucede actualmente en
el mundo?
Para dar respuesta a
esta interrogante, se requiere revisar informaciones sobre las actuales
reformas laborales que han tenido lugar en infinidad de países, sobre todo, al
interior de la Unión Europea, así como en América Latina, algunas veces con
enfoque positivo y otras de una precarización acelerada del empleo, pudiéndose
afirmar que ha entrado en crisis el
modelo de relaciones laborales, con énfasis en el criterio de que tantos
beneficios otorgados a los trabajadores y trabajadoras en el espacio de trabajo
han provocado el estado de cosas que hay que modificar para “salvar el mercado”
y con ello posibilitar el acceso al trabajo de una mayor cantidad de personas,
reduciendo el desempleo con un Programa y Plan de empleo a nivel internacional
y al interior de cada país.
Pero también hay un cambio notable en el modelo de organización de la
sociedad y del trabajo productivo y reproductivo y el enfoque del “padre
proveedor” y la “madre cuidadora y reproductora”. En tales condiciones nos
acostumbramos a la mujer del hogar, ama de casa o trabajadora, pero con las
facilidades del trabajo a tiempo parcial para el cuidado del hogar, de la
familia y el padre sería el proveedor del dinero y garante de la alimentación,
vivienda y otras necesidades de su familia.
Todo pasa por un enfoque de género con una mirada patriarcal que ha sido
estudiada en los diferentes países y por las organizaciones internacionales,
entre ellas, por la propia Organización Internacional del Trabajo[1] y que ha conllevado a que
en eventos internacionales, diferentes organizaciones hayan debatido cómo
garantizar el principio de igualdad, evitando que las desigualdades existentes
entre hombres y mujeres generen discriminaciones[2]
No obstante habría que analizar a qué se debe el cambio del modelo de
organización de la sociedad, que a nuestro entender pasa por profundas
transformaciones tanto en el ámbito demográfico, en la estructura familiar y en
la propia organización y diseño de los puestos de trabajo dentro de las
empresas y organizaciones.
Ahora hay más mujeres vinculadas a una relación laboral, más del 40% de la
fuerza de trabajo en el mundo está representada por mujeres, en algunos países
como sucede en Cuba casi alcanza la paridad con el hombre, siendo resultado de
un cambio de enfoque en la correlación padre y madre, pues la estructura al
interior de la familia también se encuentra sumida en un profundo cambio en el
sentido de madre y padre al unísono, o sea, mujer trabajadora, madre soltera y
con hijos que es proveedora y cuidadora a la vez, por lo que se entroniza en su
célula familiar una doble y hasta triple jornada laboral diaria, en que el
descanso ocupa la menor parte, la atención personal casi es inexistente y todo
se vuelca hacia el sostenimiento de la familia con jornadas excesivas de hasta
12 horas diarias para alcanzar el nivel de ingresos que cubra la canasta básica
y permita satisfacer algunas necesidades esenciales complementarias.
Igualmente ha habido sensibles cambios en la organización empresarial con
un acercamiento mayor al sector de los servicios más que al sector productivo
el cual se nutre muchas veces de equipos electrónicos y tableros de mando para
aliviar la carga física del trabajador y trabajadora, aunque supera con creces
la carga emocional y mental de aquellos que controlan los dispositivos antes
mencionados. Hoy en día es mayoritaria la participación y presencia femenina en
el sector de los servicios bancarios, científicos, farmacéuticos, turísticos,
gastronómicos, inmobiliarios y otros que requieren una determinada preparación
profesional, observándose además que las mujeres gozan muchas veces de un alto
nivel escolar, sin embargo en la generalidad de los países ganan menos que los
hombres por el mismo trabajo, a pesar de las declaraciones constitucionales de
que “a igual trabajo, igual salario”. E igualmente por las tareas domésticas
que asumen, “son vistas como trabajadoras menos productivas, lo que afecta
negativamente sus posibilidades de promoción y de remuneración”.[3]
Pero hay más factores que deben tomarse en cuenta para que el análisis
sea completo:
- Aún cuando las mujeres han pasado a compartir
con el hombre el trabajo remunerado, no existe lo mismo con las tareas
domésticas y además se mantiene como una verdad irrefutable que las
responsabilidades familiares son un asunto privado, cuando en verdad,
intervienen muchos elementos a favor y en contra, el Estado es uno de los
participantes más importantes en la solución de muchos problemas desde el
aspecto institucional, así como debe ser el garante del accionar de las
empresas y demás instituciones para mejorar la capacidad de respuesta
hacia el entorno familiar y con ello contribuir a una mayor presencia de
la mujer en el trabajo.
- Todavía persisten individuos honestamente
convencidos de que las tareas del hogar y la responsabilidad familiar deben
ser asumidas principalmente por las mujeres como su obligación y que la
participación del hombre es “en calidad de apoyo o ayuda”, ya que desde
que somos niños y niñas, nos enseñan que el varón tiene una actividad
física y emocional diferente a la niña y que al crecer, la gestión de la casa
y la familia es una habilidad natural de las mujeres, además de ser de su
entera incumbencia, porque el espacio de la casa y la familia es
femenino y el de la esfera pública
es eminentemente masculino.
- En dependencia del nivel de solvencia económica,
se puede acceder a algunos servicios para facilitar el acceso de la mujer
al trabajo, que no todos pueden disfrutar y que recarga a la familia de
más bajos ingresos.
- Por último, en este orden de cosas, cada día se
hace más difícil a la mujer trabajadora conciliar su vida laboral con las
responsabilidades familiares y con su propia persona, ya que su aspecto
personal también influye en el entorno laboral y en sus relaciones
individuales en el grupo y en la comunidad.
En todo este análisis, vale la pena reflexionar en otro aspecto de suma
importancia en la condición del trabajo femenino y es lo referido a la brecha
salarial entre hombres y mujeres, como detonante de discriminación, en contra
del principio de igualdad que debe enarbolar toda relación de trabajo.
En todo el mundo, las mujeres cobran en promedio 18% menos que sus
colegas de trabajo masculinos, habiéndose constatado en la última década que
los salarios de las mujeres se han estancado, por lo que la brecha salarial de
género parece haber quedado detenida en el tiempo prácticamente en todo el
mundo. “Las
mujeres están sobre-representadas en empleos con bajos salarios,
subrepresentadas en puestos ejecutivos, directivos y técnicos, y a menudo deben
soportar condiciones de trabajo deplorables. Las capacidades y los empleos de
las mujeres han sido históricamente infravalorados y la brecha salarial de
género se sitúa en cerca del 22%. Las políticas y los programas para lograr la
igualdad de género resultan esenciales, pero no han demostrado su eficacia para
eliminar los estereotipos y superar injusticias”[4].
A nivel mundial, la participación de la mujer en el mercado laboral se
mantuvo estable entre 1990 y 2010, pero la brecha de género de la participación
de la mano de obra sigue siendo considerable a todas las edades. Las mujeres
están empleadas cada vez más en el sector servicios.
El empleo vulnerable (trabajo por cuenta propia y contribución al trabajo
familiar) prevalece en muchos países entre las mujeres y mucho más cuando se
trata de familias pobres, la mujer tiende a concentrarse en empleos del sector
informal y mucho más precarios[5]. La gran mayoría de los
trabajadores de la economía informal, las zonas francas industriales o el
trabajo doméstico son mujeres, las cuales constituyen cerca de un 70% de las
personas pobres del planeta y un 65% de los analfabetos.
[1] Al respecto consultar los
informes de OIT sobre Igualdad de género y raza en el trabajo: avances y
desafíos, del 2010, Notas de la OIT sobre trabajo y familia. Trabajo y
responsabilidades familiares: nuevos enfoques, 2009
[2] “Las
diferencias de género en la participación y en las tasas de desempleo son una
característica persistente en los mercados
laborales mundiales, a pesar de los avances logrados respecto al nivel educativo de la mujer. Las mujeres sufren de
múltiples desventajas en el acceso al mercado de
trabajo y en la mayoría de los casos no cuentan con las mismas oportunidades que los hombres en sus opciones laborales
o para acceder a las condiciones de trabajo a las
que aspiran. Esta exclusión laboral es particularmente importante en el caso de las jóvenes migrantes. Además, los roles
sociales establecidos tradicionalmente sobrecargan a
las mujeres con responsabilidades ligadas al cuidado de otros miembros de la familia y tareas del hogar o trabajo familiar.
(Resolución sobre igualdad de género, 2do Congreso de la Confederación Sindical
Internacional, 2CO/S/6.3 (final), 2010)
[3] de Castro Gome, Carla. “Mujeres en
la Política:¿igualdad de género? Informe sobre Desarrollo mundial, 2012 del
Banco Mundial. En Revista Sociología, Edición 40 junio-julio 2012. Brasil, en
portugués.
[4] Obra citada. Resolución sobre igualdad de género,
2do Congreso de la Confederación Sindical Internacional, 2CO/S/6.3 (final), 2010
[5]
Internacionalmente se reconoce como trabajo informal y/o precario las formas de trabajo con inseguridad
laboral, ingresos bajos y beneficios sociales y derechos legales limitados. Los
empleos que se crean así no son, por regla general, permanentes, sino
temporales, ocasionales, inseguros y contingentes.
(Nota de la autora)
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