MI MENSAJE A LAS MUJERES
TRABAJADORAS.
Si hiciéramos un recorrido por los últimos años en que se hubo de
trabajar por el cumplimiento de la agenda del milenio, en nuestro mundo globalizado aún no se ha
logrado la plena igualdad de género, y por tal motivo quiero expresar mi
solidaridad con las mujeres que trabajan, que participan en las luchas sociales
y sindicales y combaten contra la violencia de género y la discriminación doble
y triple a que son sometidas, por ser mujer, por ser madre, cuidadora y
proveedora del hogar, que aún con una calificación suficiente para ocupar un
puesto de trabajo, reciben un salario inferior al del hombre y se les trata
como si fuesen tales, con los mismos requerimientos, en un mundo signado “en
masculino” y sin tomar en cuenta su papel en el hogar, en la educación de sus
hijos, cuando se les coloca un paradigma del hombre en lugar de la equidad de
género.
Se reconoce que el “sexo” alude
a las diferencias biológicas
entre un hombre
y una mujer, mientras
que el término “género”
se refiere a las características y oportunidades sociales vinculadas a lo femenino y lo masculino, así
como a las relaciones entre hombres
y mujeres, varones y niñas.
Esas características, relaciones y oportunidades son construcciones
sociales y se aprenden en el
proceso de socialización.
Igualmente, para esclarecer conceptos, el “androcentrismo” es la visión
del mundo que sitúa al hombre como centro de todas las cosas. Esta concepción
de la realidad parte de la idea de que la mirada masculina es la única posible
y universal, por lo que se generaliza para toda la humanidad, sean hombres o
mujeres. El androcentrismo conlleva la invisibilidad de las mujeres y de su
mundo, la negación de una mirada femenina y la ocultación de las aportaciones
realizadas por las mujeres.
Sin embargo, cuando se habla de la igualdad de género, se considera el
valor intrínseco a los objetivos del trabajo digno en pos de la reducción de la
pobreza y la exclusión social, en favor de la igualdad de oportunidades con
independencia de si se refiere a un hombre o a una mayor, privilegiando los
resultados y el trabajo desarrollado en sí mismo. Por tanto se requiere
transversalizar la perspectiva de género en el trabajo. Hay organizaciones
internacionales, tanto regionales como en los marcos de la ONU, tal cual sucede
con la OIT, que se han preocupado por la incorporación de la perspectiva de
género en las estrategias de desarrollo económico local.
Al género se le atribuyen los roles, las conductas y las identidades
personales que la sociedad o cultura construye
y prescribe como apropiados para los hombres y para las mujeres e inciden en las relaciones de poder entre las personas
de uno y otro sexo, provocando al final la
desigualdad de oportunidades y resultados
tanto para unos como para otras, ya que se relaciona a las mujeres con
la femineidad y a los hombres con la
masculinidad, a la que se da más valor. A las niñas se les viste de rosado y a los niños de azul, las niñas juegan con
muñecas y los varones con autos y camiones.
Pero, la igualdad de género permite igual visibilidad, el
empoderamiento y la responsabilidad en
cualquier ámbito de la vida pública o privada. También significa igualdad en el
acceso y en la distribución de los recursos. El empoderamiento de las mujeres
constituye el aumento de su participación en los procesos de toma de decisiones
y su acceso al poder, aunque tomando en consideración que la toma de conciencia
del poder que individual y colectivamente ostentan las mujeres, se vincula a la
recuperación de su propia dignidad como personas.
Las valoraciones internacionales apuntan a que aun habiendo progresos
en la participación en el mercado laboral, la representación política y el
acceso a la educación, las brechas de género persisten en muchas áreas,
manteniéndose los hombres en sus roles tradicionales y limitando las
oportunidades de las mujeres para afirmar sus derechos fundamentales y “hacer
valer sus intereses”.
La diversidad existe y la mayor discriminación se observa cuando se
intenta aplicar a personas diferentes los mismos raseros, con lo cual se les
somete a maltratos, desprotección, a veces humillaciones y se incumplen las
declaraciones, convenciones y otros acuerdos internacionales para evitar y
combatir hasta su eliminación todas las formas de violencia hacia la mujer. En
tal sentido falta un camino por andar para
superar actitudes discriminatorias sumamente arraigadas y cuestionar las estructuras de poder
existentes.
La igualdad de género no significa que los hombres
y las mujeres son o deberían ser
iguales, sino que ambos
tendrían que gozar
de los mismos derechos y oportunidades en todos
los aspectos de la vida. Se basa
en la paridad entre hombres y mujeres
en el hogar, la comunidad y la sociedad. Somos la mitad de la población
mundial, casi la mitad de la fuerza de trabajo, sin embargo se nos
invisibiliza, cuando no se reconoce nuestra presencia y se usa un lenguaje en
masculino para definir que somos ministras, diputadas, abogadas, lideresas,
profesoras, ingenieras, técnicas, operarias y trabajadoras. Las políticas nacionales deben preocuparse por crear
un entorno favorable para la incorporación de la perspectiva de
género, acompañándolo del desarrollo de
proyectos para la incorporación de la mujer al trabajo y con ello demostrar
resultados tangibles.
En el informe de la Comisión de la Igualdad de Género a la Conferencia Internacional del Trabajo celebrada en 2009
se señala que “la igualdad de género es una cuestión de justicia social y se funda en un enfoque
basado en los derechos y la
eficiencia económica. Cuando todos los
actores de la sociedad pueden
participar, hay muchas más probabilidades de lograr la justicia social y la eficiencia económica, así como el crecimiento
económico y el desarrollo. Se han de determinar y salvar los obstáculos
culturales, económicos y sociales a fin
de lograr el respeto de los derechos
humanos de la mujer. La discriminación
por razón de sexo a menudo interactúa
con otras formas de discriminación. Habría que establecer políticas y programas
para hacer frente a las múltiples formas de discriminación
contra la mujer”.
Igualmente vale la pena mencionar del documento de OIT «Para
recuperarse de la crisis: Un Pacto Mundial para el Empleo», que fuese adoptado
por la Conferencia Internacional del Trabajo en su 98.ª reunión, Ginebra, 19 de
junio de 2009: «La actual crisis debería considerarse como una oportunidad para
formular nuevas respuestas de política favorables a la
igualdad de género.
Los paquetes de recuperación que se
apliquen durante las
crisis económicas tienen que tomar en consideración el impacto de éstas
en la situación de las mujeres y de los hombres e integrar consideraciones
relativas al género en todas las medidas. Las mujeres deben poder expresar su
opinión en igualdad de condiciones que los hombres en el marco de la discusión
sobre los planes de recuperación, tanto en lo relativo a su diseño como a la
evaluación de sus resultados.»
Y por último de las conclusiones convenidas 1997/2, del Informe del
Consejo Económico y Social, Naciones Unidas, Nueva York, 1997 se resalta el
siguiente texto: «La incorporación de la perspectiva de género es el proceso de
evaluación de las consecuencias para las mujeres y los hombres de cualquier
actividad planificada, inclusive las leyes, políticas o programas, en todos los
sectores y a todos los niveles. Es una estrategia destinada a hacer que las
preocupaciones y experiencias de las mujeres, así como de los hombres, sean un
elemento integrante de la elaboración, la aplicación, la supervisión y la
evaluación de las políticas y los programas en todas las esferas políticas,
económicas y sociales, a fin de que las mujeres y los hombres se beneficien por
igual y se impida que se perpetúe la desigualdad. El objetivo final es lograr
la igualdad entre los géneros.»
La Agenda Post 2015 hasta el 2030 contiene 17 objetivos siendo el quinto “Lograr la igualdad entre los géneros y empoderar a todas las mujeres y las niñas”. La OIT considera que ya el 2030 es una meta cercana y que hay que trabajar en función de este objetivo, “porque el futuro ya está aquí”.
Aprovecho, entonces, en
definitivas, este mensaje para expresar mi apoyo a las mujeres trabajadoras, a
aquellas que día a día contribuyen al sustento del hogar, a la vida de su
familia, a la sociedad y su desarrollo. Al mismo tiempo, deploro la
criminalización de las luchas sociales y las muertes inútiles de mujeres como
acontece en algunos lugares de Nuestra América que día a día desaparece una
mujer o aparece muerta siempre señalándose “por motivos de celos y sexuales”.
Felicito a aquellas que han llegado a un estadio superior en la representación,
el empoderamiento y en la participación política, comunitaria y social.
Que este 8 de marzo llegue hasta las compañeras con mi saludo militante
y la convicción de que UN MUNDO MEJOR ES POSIBLE, cuando en él participan a la
par los hombres y las mujeres.
MUCHAS FELICIDADES A TODAS.
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