Con el destino de la moneda única cada vez más incierto, los líderes europeos vieron cómo ayer los mercados sacudieron nuevamente a las bolsas tumbando al piso a los principales indicadores. Italia se movió a una velocidad alarmante configurándose en el epicentro del contagio, con el agravante de que su deuda es equivalente al doble de las deudas combinadas de Grecia, Irlanda y Portugal.
El rescate de la tercera economía de la eurozona es algo inalcanzable y podría gatillar el fin de la moneda única mucho antes que cualquier pronóstico.
¿Se culpará a los italianos de flojos, borrachos y corruptos como tiende a hacerse habitualmente con los griegos? ¿Se emplearán esos mismos adjetivos cuando la crisis cale a fondo en España? Como he advertido en numerosos artículos, la situación financiera es ingobernable dado que toda la estructura financiera fue abducida por el fraudulento esquema ponzi de crear dinero de la nada. Como lo he advertido, esta crisis sólo terminará cuando colapse del todo el actual sistema financiero.
La incapacidad de la UE, el BCE y el FMI para crear una estrategia común de contraataque a la crisis, ha despertado todos los miedos en los inversionistas y especuladores que ven la total e inevitable vaporización de sus capitales.
Este auténtico tsunami de la crisis de crédito no hace más que conducir a un mayor desempleo y a un menor crecimiento dada la reducción de los flujos financieros que inducen los propios gobiernos con sus planes de austeridad.
El diferencial de los bonos italianos se elevó a su mayor nivel desde la creación de la moneda única, lo que desató la ola de ventas en los bancos italianos, los mayores tenedores de deuda pública.
Intesa SanPaolo, el mayor banco de Italia por activos, cayó un 7,7% mientras UniCredit, el segundo banco de la península perdió 7,9%. Estos dos bancos han perdido el 30% de su valor de mercado en los últimos tres meses, al verse afectados por los altos niveles de cartera vencida.
A diferencia de los bancos alemanes y franceses, los bancos italianos tienen un apalancamiento de 18 a 1 (los bancos alemanes tienen un apalancamiento casi el doble), pero el núcleo de negocios de los bancos italianos se centra a clientes de toda la vida, un modelo que se encuentra bajo fuerte presión por la dificultad global para cumplir con los pagos.
La deuda pública italiana llega al 120% del PIB, una situación que el gobierno podría manejar perfectamente si las tasas de interés fueran bajas y si los bonos de deuda vía CDS se mantuvieran en niveles razonables.
Pero (aunque es un lema que se toma a chiste por el evidente pulso nervioso de esta crisis) la avaricia de los mercados es más fuerte.
Una cosa que los humoristas económicos aún no entienden es que incluso Grecia, un país que debe aún pagar por las armas que gobiernos anteriores compraron a Francia y Alemania, podría muy bien vérselas con el pago de la deuda si los intereses de los bonos soberanos fueran de un interés reducido. Pero nada se puede hacer ante intereses que superan el 30% dado que ese crecimiento exponencial sacan a la deuda de toda ecuación real.
Sólo cuando se entienda que ningún gobierno en la faz de la tierra puede darse el lujo de pagar esos intereses, las autoridades monetarias de la UE llegarán a la edad de la razón.
Hasta ese momento, las fichas del dominó europeo continuarán su caída. La escalada de estas tasas usureras para Italia y España está en sus comienzos. ¿Cuanto tardará la UE y el BCE en decidirse a terminar con los CDS? BLOG SALMON
¿Se acerca el fin del euro?
Publicado el 24/Junio/2011 | 00:07
Simón Cuevas cueva@hoy.com.ec
Se oyen cada vez más voces que juzgan que Grecia no podrá pagar su deuda y que tendrá que reestructurarla
La crisis griega se complica cada día más, ya que los supuestos que estaban detrás de una solución ordenada son cada vez más complicados de lograr. Grecia tiene un nivel de deuda pública altísimo -cerca de 170% del PIB-, una economía en recesión, desaparecido apetito para la inversión privada y un déficit fiscal muy alto que no podrá ser resuelto sin un esfuerzo largo y difícil. La solución inicialmente planteada por los europeos y el FMI, con un fuerte apoyo de liquidez en contraparte de esfuerzos fiscales y de reformas estructurales en Grecia, se enfrenta a crecientes problemas. La población griega muestra fuertes resistencias a aceptar las medidas de ajuste. La capacidad del Gobierno griego para lograr un mínimo apoyo político está sujeta a permanentes dudas.
El Banco Central Europeo se ha resistido a toda solución que involucre una reestructuración de la deuda pública griega por miedo a las consecuencias que podría tener sobre los bancos europeos (y el propio Banco Central) que son acreedores de buena parte de esa deuda, y el impacto sobre la credibilidad de toda la Zona Euro, incluyendo países como Irlanda, España o Portugal, que presentan de por sí debilidades económicas.
Se oyen cada vez más voces que juzgan que Grecia no podrá pagar su deuda y que tendrá que reestructurarla. Los países europeos muestran división de criterios, más allá de una unidad aparente. Alemania considera que debe haber mensajes claros para países que, aprovechando de la ventaja de estar en la Zona Euro, han sido bastante indisciplinados en su manejo fiscal, y para quienes les prestaron generosamente plata sin medir bien los riesgos involucrados. Por ello, Alemania empuja hacia una mayor participación de los acreedores privados, que tendrían que dar algún tipo de apoyo financiero adicional a Grecia, aunque sea escondido detrás de un esquema de "participación voluntaria" en el plan de apoyo. Conforme se acercan elecciones en Alemania o Francia, esa opinión debería crecer.
El mayor riesgo es que la combinación de la resistencia popular, la oposición política, la impaciencia de los mercados, la falta de competitividad griega y las dificultades para implementar un plan de ajuste severo terminen en un escenario desordenado en el que Grecia no pague su deuda pública y acabe llevando consigo buena parte de la credibilidad del euro. Se parecería un poco a lo que le pasó a la Argentina en 2001. Podría incluso acabar con una situación muy compleja para los otros países de la región y afectar a la recuperación gradual de los países desarrollados luego de la crisis financiera.
A corto plazo, Europa tenga probablemente que resignarse a aceptar algún tipo de reestructuración ordenada de la deuda griega, con tratamientos distintos para diferentes acreedores: los que prestaron tiempo atrás, los que aceptan prestar ahora, los bancos griegos y los bancos europeos. Es un paso es difícil porque rompe el mensaje de que las deudas sí se pagan y debilita la credibilidad de toda la zona. A largo plazo, si quiere mantener una moneda creíble y fortalecer sus perspectivas, Europa tiene que implementar mecanismos que permitan coordinar y ordenar mejor las políticas fiscales y económicas de los distintos países. De no hacerlo, o de demorarse mucho en aceptar una solución realista, no sería imposible que el euro acabe rompiéndose.
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