Alfredo García
La integración iberoamericana pasa por mal momento. Este año, las posiciones de América Latina frente a la crisis económica global, contrastaron con las de España y Portugal, países promotores de la Cumbre Iberoamericana, cuyo último evento fue realizado en Paraguay el pasado fin de semana.
Mientras los Estados latinoamericanos enfrentan la crisis con especial cuidado en no afectar los programas sociales, España y Portugal, además de sufrir la peor recesión económica en décadas, deben lidiar con movimientos populares de protestas como respuesta a los recortes a programas que protegían los sectores más vulnerables de la población.
El pesimismo de España y Portugal no pasó inadvertido frente a la visión optimista de la mayoría de los presidentes latinoamericanos, cuyas economías crecieron gracias a la revalorización de sus materias primas, permitiendo moderado progreso en la lucha contra la pobreza.
Trascendió que los diferentes enfoques sobre la crisis económica en ambas orillas del Atlántico y el deterioro de las economías española y portuguesa, países líderes en la financiación de los proyectos de integración que dejan las cumbres, desestimularon el encuentro que este año contó con la ausencia récord de 10 jefes de Estado.
La visión de Paraguay, país anfitrión cuyo crecimiento el pasado año alcanzó un 15%, marcó el debate iberoamericano. “Reivindicar un nuevo modelo de Estado, desde un enfoque de desarrollo, donde el centro sea el ser humano”, fue la invitación del canciller Jorge Lara a las delegaciones; mientras el presidente paraguayo proclamó la consolidación del Estado frente a la economía: “Apuntamos a construir un espacio capaz de cumplir su rol de redistribuidor de las riquezas, capaz de garantizar una sociedad más equitativa, con la certeza de un trabajo justo y una vivienda adecuada”, afirmó Lugo.
Temas puntuales para la integración como el reclamo de Bolivia a Chile de una salida al mar, la soberanía argentina sobre las Islas Malvinas ultrajada por el colonialismo británico, o el derecho de Paraguay a navegar por ríos que cruzan Argentina, no fueron examinados con la profundidad requerida.
El proyecto de integración energética, no tuvo mejor suerte. Aunque Sudamérica posee abundantes recursos hidroenergéticos, las restricciones entre países que comparten represas o por donde pasan las líneas de transmisión energética, dificultan la comercialización de esa potencial fuente de ingresos y motor de desarrollo.
La creciente violencia en algunos países y la necesidad de una mejor distribución de la riqueza como fórmula para reducir la pobreza, fueron temas debatidos sin aportes significativos.
A juzgar por los resultados concretos, las cumbres suscitan cada vez menos interés. Al foro iberoamericano, se añadió MERCOSUR, ALBA, UNASUR y CELAC, cuyas cumbres en los últimos años acumulan miles de acuerdos y compromisos supervisados por frecuentes reuniones ministeriales que avanzan con inexplicable lentitud en medio de creciente burocratismo.
Para algunos especialistas, a pesar de la retórica del discurso, la ausencia de una mayoritaria voluntad integracionista entre naciones, es la causa de que cada cumbre no recuerde lo acordado en la anterior.
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