INSURGENTE (Versión digital) 25 de abril de
2012 ESPAÑA
La pobreza se multiplica, Bush y Obama comparten política económica.
El sueño
americano se terminó. Un artículo académico de la profesora de la Universidad
de Stanford Terry Karl muestra hasta qué punto Estados Unidos se ha convertido
en uno de los países más desiguales del planeta. Según el trabajo de Karl, de
los 34 países más desarrollados que forman parte de la Organización de
Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE), sólo China, México y Turquía tienen
disparidades más grandes en los ingresos que Estados Unidos. Además, según la
OCDE, Estados Unidos tiene las políticas menos efectivas en gasto social para
aliviar la pobreza y el nivel más bajo de impuesto a las ganancias de todos los
países desarrollados.
El artículo,
titulado “Desigualdad y Democracia: lecciones latinoamericanas para Estados
Unidos”, se basa en distintos estudios sobre el tema. Dice que en Estados
Unidos el diez por ciento más rico gana quince veces más dinero que el diez por
ciento más pobre. La brecha ha crecido mucho en las últimas décadas, y es
todavía más pronunciada si se toma en consideración al uno por ciento más rico,
que promedia un ingreso de 1,3 millón de dólares anuales y que se lleva cuatro
quintos de lo que aumentaron los ingresos de todos los estadounidenses desde
1980 hasta el 2002. Los súper ricos, que representan el 0,1 por ciento de los
estadounidenses, son los que más se beneficiaron con esta tendencia. Los súper
ricos captan un ingreso anual promedio de 27.322.212 dólares. Y los recontra
súper ricos, el 0,01 porciento de la población, reciben el seis por ciento del
total de los ingresos de las familias, estadounidenses.
La enorme brecha
entre ricos y pobres que aparece en sus ingresos anuales se multiplica cuando
se mide la riqueza acumulada, señala el artículo. El 20 por ciento más rico es
dueño del 87 por ciento de la riqueza de todos los estadounidenses y el uno por
ciento tiene el 69 por ciento. Las cuatrocientas familias más ricas tienen lo
mismo que la mitad más pobre, es decir dos mil individuos tienen tanto como el
capital acumulado de ciento cincuenta millones de personas.
En términos
raciales, el cuadro se ve así: la familia blanca promedio gana dos tercios más
y tiene doce veces más riqueza que la familia negra promedio. La mitad de los
hispanos y casi dos tercios de los negros no poseen activos financieros. Sin
embargo, a diferencia de la desigualdad total, en términos económicos la brecha
racial en Estados Unidos se ha acortado en las últimas décadas.
La autora cita un
estudio de 23 países desarrollados realizado por el economista Richard Wilkinson
y la antropóloga Kate Pi-ckett, en el que Estados Unidos aparece como el más
desigual en términos de ingresos por persona. En ese estudio, Estados Unidos
también figura primero en índices de encarcelamiento, madres menores de edad,
mortalidad infantil, niños obesos, costo de cobertura médica, gasto militar y
uso de drogas ilegales. En cambio, aparece en último lugar en exámenes
educativos, expectativa de vida y cuidado del medio ambiente.
A pesar de ser el
país del Sueño Americano, otros estudios citados muestran que la movilidad
social es más difícil en Estados Unidos que en otros países del primer mundo.
Uno de esos estudios muestra que Estados Unidos tiene menos movilidad social
relativa que Canadá, Alemania, Francia y los países escandinavos, y que está a
la par de una sociedad notoriamente clasista como es la británica. Otros
estudios muestran que la clase media estadounidense se está encogiendo y que
por primera vez la generación de treinta y pico gana menos que sus padres a esa
edad.
La desigualdad en
Estados Unidos tiene raíces que llegan hasta la etapa fundacional de su
historia, continúa el artículo, ya que su normativa favorece estructuralmente a
los intereses de los ricos. Un estudio muestra que entre los países
occidentales desarrollados, Estados Unidos es el que tiene más actores con
capacidad de frenar el cambio social. También señala que el Senado estadounidense
es el de peor representación proporcional de toda la muestra de los países
estudiados.
Esa desigualdad
de origen creció dramáticamente en la década del ‘80, cuando el entonces
presidente Ronald Regan desarrolló un programa económico neoliberal para salir
de la recesión creada por la crisis petrolera en Medio Oriente, la derrota de
Vietnam que dispararon la inflación y el desempleo, prosigue el artículo. “La
crisis creó el escenario para una nueva orientación económica del gobierno
federal, caracterizado por la clásica receta neoliberal: desregulación de
empresas y finanzas, renunciar a las políticas fiscales anticíclicas, fuertes
recortes en el gasto social, rebaja de impuestos para los ricos y las empresas,
y un nuevo marco normativo en el que predominan las soluciones del mercado para
todo tipo de problemas”, señala Karl. “Irónicamente, en 1980 Estados Unidos se
sometió a la misma receta que venía empujando hasta el hartazgo en América
latina.”
La orientación
económica de Reagan convirtió a los lobbistas en la nueva clase dominante de
Washington. En 1971 había 175 firmas de lobby registradas en Washington. En
1982 ya habían trepado a 22.245. Los comités de acción política que financian
las campañas crecieron de 89 en 1974 a 1682 en 1984.
La política se
había vuelto muy cara y sólo los más ricos podían aspirar a los principales
cargos electivos. Para las legislativas del 2010 los candidatos recaudaron un
total de 1270 millones de dólares. Ese mismo año el costo promedio de una
campaña para ocupar una banca en el Senado alcanzó los ocho millones y medio de
dólares y para una banca en la Cámara baja, casi un millón y medio de dólares.
Mientras tanto,
el sector financiero se alzaba con importantes beneficios. En 1982 el
empresario promedio ganaba 42 veces más que el empleado promedio; en el 2010 el
mismo empresario ganaba 325 veces más que el mismo empleado. Según otro
estudio, el cambio de reglas que impulsó Reagan produjo una transferencia de
entre cuatro mil quinientos y cinco mil millones de dólares al sector
financiero entre 1980 y 2008.
Durante ese mismo
período el esquema impositivo se alteró para favorecer a los ricos. Según el Brookings
Intitution, en el 2007 el quinto más pobre de la población recibió en promedio
29 dólares en descuentos impositivos, el quinto del medio recibió 760 y el uno
por ciento más rico recibió descuentos promedio de 41.077 dólares. Las familias
con ingreso por encima del millón de dólares recibieron descuentos promedio de
114.000 dólares. Gracias a estos descuentos impositivos, los más pobres
mejoraron sus ingresos en 0,4 por ciento, mientras que los más ricos mejoraron
sus ingresos en un 5,7 por ciento. En 2010 las veinticinco empresas más ricas
recibieron 304 millones de devoluciones impositivas pese a reportar ganancias
por 1900 millones de dólares. La desigualdad se acentúa porque en promedio los
estadounidenses pagan pocos impuestos. En 2008 la carga impositiva promedio fue
del 26 por ciento, mientras que en los demás países del OCDE la carga promedio
era del 35 por ciento. Entre 1982 y 1994 la carga impositiva promedio de los
ricos cayó del 67 por ciento al 28 por ciento. Mientras tanto, los directivos
de las principales empresas se alzaban con ganancias extraordinarias, estirando
la brecha de desigualdad. En 2010, 25 CEO de las cien empresas más importantes
ganaron más dinero del que sus empresas pagaron en impuestos federales. Lo que
se ahorraba en el fisco solía gastarse en esfuerzos de lobby. General Electric
lleva gastados 4200 millones de dólares en donaciones de campaña.
Al mismo tiempo
en que los ricos aumentaban su influencia en las políticas públicas, los
trabajadores perdían representatividad. En 2010 el porcentaje de afiliación
sindical, que viene declinando sistemáticamente desde 1982, cayó al 11,4 por
ciento (7 por ciento en el sector privado), comparado con más de 27 por ciento
en Canadá y 70 por ciento en Finlandia.
Sin un
sindicalismo fuerte para defender a los trabajadores, el salario mínimo se
desplomó, cayendo de 9,2 dólares en los años sesenta (presidencia de Johnson),
a 5,4 dólares en el gobierno de Bush, a 5,30 en el gobierno de Bush hijo, el
nivel más bajo desde que se fijó el salario mínimo en 1949. Así, la brecha
entre los más ricos y más pobres llegó a niveles que no había alcanzado desde
la Gran Depresión de 1928.
“Las
consecuencias de esta política agresivamente neoliberal se vieron a las claras
en la crisis de 2008″, concluye la catedrática de Stanford. “Al combinarse la
desregulación financiera y la falta de control sobre las instituciones del
sector con la caída en la afiliación sindical, el declive en transferencias de
ingresos, la reducción del Estado de Bienestar, el desmantelamiento del esquema
impositivo progresivo y otros factores, Estados Unidos entró al siglo XXI como
el país más desigual de todas las democracias ricas.”
No hay comentarios:
Publicar un comentario