Facebook, el
gran predador de Internet
Por: Eduardo
Febbro
¿Cuál es el
tercer país del mundo en términos de población y el que más espía a sus
ciudadanos? La respuesta cabe en un territorio virtual: Facebook.
Con sus 900 millones de usuarios registrados, si Facebook fuera un país sería
el tercero del mundo, justo después de China (1340 millones de habitantes) y la
India (1170 millones). Esta demografía virtual hace de Facebook un territorio
de participación voluntaria en el cual los usuarios entregan su intimidad con
toda inocencia sin tener plena conciencia de a lo que están expuestos, ni
tampoco el gigantesco capital que los utilizadores aportan a la empresa fundada
por Mark Zuckerberg.
Creada hace
apenas ocho años, Facebook pretende cotizar a un valor bursátil de 104.000
millones de dólares. Es más grande que Amazon, 98.000 millones de dólares, vale
casi tres veces más que Ford Motors, 38.000 millones de dólares, pero menos que
Google,
203.000 millones, y que Apple, 495.000 millones. Al igual que Google y
otros gigantes de la red, Facebook ha dejado de ser la muy simpática Satart-Up
creada en el campus de Harvard. Es un predador de datos, una aspiradora
universal de publicidad, un auténtico servicio de inteligencia que se sirve de
cada huella dejada por los usuarios para hacer dinero con ellas.
Todas las
cifras que tienen que ver con Facebook son imperiales: con 169 millones de
usuarios, Estados Unidos cuenta con el mayor número de miembros. Le siguen la
India, con 51 millones; Brasil, con 45 millones, y México, con 20. Más de 300
millones de fotos se suben cada día a Facebook y cerca de 500 millones de
personas acceden a la red social utilizando dispositivos móviles. Sin embargo,
el calificativo de “red social” está lejos de coincidir con la realidad. Como
lo resalta Archippe Yepmou, presidente de la asociación Internet sin Fronteras (ISF) el valor bursátil de
Facebook “está indexado sobre el abuso de nuestro derecho al control de
nuestros datos personales”.
El peso de
Facebook es proporcional al grado de intimidad que revelamos con nuestras
conexiones. Facebook y Google se apoyan en casi el mismo modelo económico:
cuanto más se sabe sobre los gustos e inclinaciones de los usuarios, más dinero
se puede hacer con esos datos sin que el utilizador haya dado su acuerdo. Es en
este contexto que la asociación Internet sin Fronteras propone la creación de
un e-sindicato con la meta de defender los derechos de los usuarios de Facebook
y otros mastodontes numéricos que espían cada uno de nuestros clics para
convertirlos en oro. Antonin Moulart, miembro de Internet sin Fronteras,
explica que la “idea de un sindicato electrónico apunta a imponer una relación
de fuerza con la empresa del señor Zuckerberg para que entienda que tenemos
derecho a decidir sobre nuestras informaciones personales”. La paradoja
Facebook es inmensa: se ha vuelto un útil de intercambio mayor, con alcance
planetario, pero su aparente inocencia atrae adeptos que se prestan
voluntariamente a una violación impensable de su vida privada. Archippe Yepmou
revela, por ejemplo, que “nuestras agendas están scaneadas por Facebook a
través de nuestro teléfono móvil y nuestro web mail. La empresa procede también
a una identificación biométrica que le permite a Facebook reconocer logos y
rostros de las fotos sin que el contribuyente haya dado su autorización
explícita”. La idea del e-sindicato viene a imponer un mediador entre las
personas y este robo de la intimidad. Desde luego, la solución más simple
consistiría en no inscribirse en Facebook, pero su necesidad, real o
imaginaria, ya es un hecho consumado. En este sentido, la asociación Internet
sin Fronteras reconoce que “la posición monopólica de Facebook hizo de la
empresa un espacio de socialización obligatorio para toda o una parte de la
población”. Hemos ingresado en ese espacio virtual-social como ovejas mansas
mientras el lobo estaba al acecho.
Reparar el
error requiere una conciencia universal del valor estratégico y comercial de
nuestros datos personales, así como de nuestro derecho a oponernos a que sean
comercializados. Pero esa conciencia está lejos, muy lejos de haberse plasmado.
La capitalización de los datos personales está perfectamente cifrada en el
valor de Facebook. No son sus máquinas o su programa lo que han hecho su
riqueza, sino nuestra intimidad. El ingreso en la Bolsa de Facebook inaugura otra
fase peligrosa: “El modelo económico de la empresa basado en la explotación
comercial de la vida privada va a empujar a Facebook hacia una dirección
todavía más intrusiva y liberticida”, afirma la ISF.
Facebook es
un auténtico estómago de datos cuyo destino, en gran parte, desconocemos. El
contrapoder frente a Facebook y otros traga-datos planetarios existe: es, por
ahora, tímido pero real. Electronic Frontier Foundation, Internet sin
Fronteras, las muy oficial CNIL (Comisión Nacional de Informática y Libertades,
Francia), el Controlador Europeo de Protección de Datos, CEPD, o Europe versus
Facebook son algunos de los organismos oficiales o no gubernamentales que se
plantean la manera de tejer un cerco legal entre los ciudadanos y empresas como
Facebook o Google que lucran con nuestra vida. Harán falta, sin embargo, muchos
años para que los usuarios pasen a la acción y tomen conciencia de los niveles
de exposición a los que están sometidos cuando, sin ninguna garantía de
privacidad, suben una foto, manifiestan un gusto musical o la preferencia por
una u otra marca.
(Tomado de Página 12)
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