GENERACIONES SIN FUTURO
“Le monde ne sera sauvé, s’il peut l’être, que par des insoumis"
André Gide
Ignacio Ramonet
Actualmente es diferente. El mundo ha cambiado para peor. Está viviendo una gran regresión, Se han evaporado muchas esperanzas. El ascenso social ha fracasado. Por primera vez en un siglo, las nuevas generaciones europeas corren el riesgo de que su nivel de vida sea inferior al del de sus padres. El modelo de globalización neoliberal embrutece a los pueblos, humilla a los ciudadanos y despoja a los jóvenes de la esperanza de tener una vida decente. La crisis financiera, tanto como las “soluciones” propuestas para combatirla, sobre la base de una mayor austeridad y de crudeza hacia las clases modestas y medias, agravan el malestar general. Los estados democráticos están en tren de renegar de sus propios valores. Y uno se pregunta por otra parte, como es posible que conduzcan al mismo tiempo guerras distantes – Irak, Afganistán, Libia – en nombre de esos mismos valores democráticos de los que ellos mismos reniegan…
En estas circunstancias ¿de qué sirven la sumisión y la obediencia? Las cada vez más frecuentes explosiones de indignación y de rebelión se perciben como naturales, como normales…La cólera y la violencia se sienten surgir en todas partes. Son explosiones que no adoptan en todas partes el mismo formato. La fogosa detonación inglesa de principios de agosto pasado se diferenció por ejemplo, de las otras manifestaciones juveniles, esencialmente no violentas (aunque se hayan producido algunos aislados enfrentamientos puntuales en Atenas, Santiago de Chile o algún otro lugar) por su elevado nivel de vehemencia
Existe otra diferencia fundamental: los amotinados ingleses, puede ser por la clase a que pertenecen, no fueron capaces de verbalizar su descontento. No supieron tampoco poner su exasperación al servicio de una causa política. O aprovecharla para denunciar alguna injusticia concreta. En su efímera y brutal guerrilla urbana tampoco atacaron sistemáticamente a los bancos… Como si su bronca de excluidos o de despojados solo pudiera ser apaciguada por las “maravillas” de los escaparates. Al fin y al cabo como tantos otros “indignados” del mundo estas rebeliones expresaban su desesperación por ser los olvidados de un sistema incapaz de ofrecerles un lugar en la sociedad o un porvenir digno.
En Chile y en Israel, los estudiantes han estado en la primera línea. Especialmente irritados ante la obsesión neoliberal de privatizar los servicios públicos. Esa privatización les representa, un robo manifiesto del patrimonio de los pobres. Los que no poseen por lo menos de escuela pública, de hospital público, de transportes públicos, etc. Y que son gratuitos o casi, subvencionados por la comunidad. Cuando un gobierno los privatiza, no solamente despoja a todos los ciudadanos de un bien que les pertenece (porque ha sido pagado con sus impuestos) pero además les roba especialmente a los pobres de los que es su único patrimonio. Una doble injusticia. Y una de las razones de la bronca actual.
Para justificar el furor de los insurgentes de Tottenham, un testigo denunció que: “El sistema no deja de favorecer a los ricos y de aplastar a los pobres. Reduce los presupuestos de los servicios públicos. La gente muere en las salas de espera de los hospitales públicos después de haber esperado a un médico horas y horas …(1) En Chile, desde hace tres meses, decenas de miles de estudiantes, apoyados por una parte importante de la sociedad, reclaman la des privatización de la educación (privatizada durante la dictadura del general Pinochet 1973-1990) Exigen que el derecho a la educación pública y gratuita se incorpore a la Constitución. Y explican que “la educación ya no es más un mecanismo de movilidad social. Por el contrario es un sistema que reproduce las desigualdades sociales”(2)
Al grito de “El pueblo quiere justicia social” el 8 de agosto último en Tel-Aviv unas 300 mil personas manifestaron a favor de los jóvenes “indignados” que exigen el cambio de las políticas públicas instaladas por el gobierno de Benyamin Netanyahou (3) “Cuando una persona que trabaja – declaró una estudiante – no alcanza ni siquiera a comprar lo que necesita para una correcta alimentación es porque el sistema no funciona. No se trata de un problema individual, es un problema del gobierno (4)”. Desde los años 80, la moda de la economía reaganiana ( reaganomics) en todos estos países – y especialmente en los de la Unión europea (UE) debilitada aún más hoy en día por la crisis de la deuda soberana, las recetas de los gobiernos (tanto de derecha como de izquierda) han sido las mismas: drástica reducción de los gastos públicos con recortes particularmente importantes en los presupuestos sociales. Los resultados de estas políticas. Un espectacular aumento del desempleo en los jóvenes (21% en el seno de la UE: 42% en España) Es decir la imposibilidad de ingresar en la vida activa para toda una generación. El suicidio de una sociedad.
En lugar de reaccionar, los gobiernos aterrados por las recientes caídas de las Bolsas, insisten en querer complacer a los mercados. Cuando la prioridad debería ser desarmar los mercados (5) Obligarlos a someterse a estrictas reglamentaciones ¿Hasta cuando se deberá aceptar que la especulación financiera imponga sus criterios a la representación política? ¿Qué sentido tiene entonces la democracia? ¿Para qué sirve el voto de los ciudadanos si al fin de cuentas son los mercados los que deciden?
Aún en el seno mismo de la economía capitalista, no faltan las alternativas realistas. Defendidas y verificadas por reconocidos economistas. He aquí por ejemplo dos ideas. ¿Por qué el Banco central europeo no se transforma en un verdadero Banco Central? Podría prestar dinero (sobre la base de precisas condiciones) a los estados de la eurozona, permitiéndoles así financiar sus gastos. Sabemos que en el estado actual el BCE no puede hacerlo, lo que obliga a los gobiernos a dirigirse a los mercados aceptando intereses exorbitantes. Si se adoptara esta simple medida se terminaría la crisis de la deuda soberana.
Segunda idea: exigir inmediatamente la aplicación del impuesto (tasa) a las transacciones financieras. Un pequeño impuesto del 0,1% en todas las transacciones bursátiles y en los mercados monetarios, permitiría a la UE embolsar ingresos estimados entre 30 y 50 mil millones de euros, con los cuales financiar cómodamente los servicios públicos, restablecer el Estado providencia y ofrecer finalmente un radiante futuro a las nuevas generaciones.
Es evidente por lo tanto que las soluciones técnicas existen y el ¿quid de la voluntad política?
Notas:
[1] Libération, 15 de agosto de 2011.
[2] Le Monde, 12 de agosto de 2011
.[3] Según una encuesta de opinión, las reivindicaciones de los “indignados” israelíes cuentan con el apoyo del 88% de la población (Liberation, op. cit.)
[4] Le Monde, 16 de agosto de 2011.
[5] Cf. Ignacio Ramonet, "Désarmer les marchés", Le Monde diplomatique, diciembre 1997.
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