Así titula Saul Landau un artículo publicado el 8 de enero en OPINION. Se los reproduzco para que puedan sacar por ustedes mismos algunas conclusiones. Ah... lo encontré en www.cubadebate.cu y al final tendrán la URL de contacto.
“Lo que es bueno para General Motors es bueno para el país” fue una declaración atribuida al ex director general de GM Charles Wilson, en 1953, durante una audiencia ante el Comité Senatorial de los Servicios Armados. Si él fuera secretario de Defensa, ¿podría tomar una decisión adversa a los intereses de General Motors? Wilson aseguró al Comité que tal situación era inconcebible, “porque durante años he pensado que lo que es bueno para el país es bueno para General Motors y viceversa.” Posteriormente su declaración se redujo.
Pero las palabras resonaron, porque GM contrató a más trabajadores que el gobierno de EE.UU. -solo detrás de los que estaban en las nóminas de las industrias estatales soviéticas. En 1955, General Motors se convirtió en la primera corporación norteamericana en pagar más de mil millones de dólares en impuestos. (Wikipedia.)
Sin embargo, tras la aparente metedura de pata de Wilson, GM tenía su gigantesca base de realidad. Creó muchos millones de puestos de trabajo, no solo en la manufactura directa, embarque y ventas de autos, camiones y otros productos, sino en su estímulo periférico a la goma, el vidrio y todos los otros componentes que se necesitan para fabricar un auto.
En la década de 1950, Estados Unidos era el gigante productivo del mundo. Los bancos hacían préstamos a compañías que luego producían productos. Ese Estados Unidos ha evolucionado hasta convertirse en un centro para exportar empleos y jugarse (al azar) el dinero y no invertirlo en la producción norteamericana.
Los ejecutivos de General Motors podrían asegurar hoy que “lo que es bueno para la compañía es bueno para el país” si se refirieran a China, donde se manufacturan más automóviles que en Estados Unidos. GM gana más ahora con las ventas en el extranjero que lo que gana con las ventas de autos en EE.UU. Un soldador experto de General Electric (GE) en Michigan en la década de 1980 ganaba $35 dólares la hora; su equivalente en México no gana tanto en un día.
El tan cacareado -por Bill Clinton, por ejemplo– “proceso de globalización” estimuló a General Electric, en otra época la compañía que contrató a Ronald Reagan como conductor de TV para representar su “norteamericanismo”. Y ha reducido repetidamente su personal norteamericano. Sin embargo, recientemente ha anunciado planes para contratar a 1 000 trabajadores brasileños para una nueva planta que comenzará allí a un costo de más de $500 mil millones de dólares. GE también tiene planes para invertir $2 mil millones en sus operaciones en China.
El cuartel general de las corporaciones puede permanecer en Estados Unidos, pero las tripas de las viejas compañías –¿se acuerdan de “tan norteamericano como el pastel de manzana y Chevrolet”?- han encontrado nuevos horizontes para la producción y las ventas. Los trabajadores norteamericanos sencillamente son demasiado caros, a pesar de que las corporaciones han reducido constantemente los salarios y beneficios de sus empleados desde 1973.
Cuando estalló la burbuja del crédito junto con la inflada burbuja de la vivienda, las compañías volvieron los ojos a India, China, Brasil e Indonesia, donde la economía estaba creciendo y los salarios aún eran “razonables”. Podían producir y vender sus productos con más facilidad allí y recortar las nóminas norteamericanas más caras. Eso es igual a ganancias -o capitalismo.
Las ganancias de las corporaciones aumentan, lo que significa buenas noticias para la bolsa de valores, y los salarios bajan o se estancan (más productividad por trabajador). Adicionalmente, la gran reserva de desempleo a largo plazo tiende a mantener los salarios bajos. Sin el pleno empleo, el crédito y las ventas de casas no regresarán con fuerza y los pobres no volverán tan fácilmente a sus hábitos de consumo.
Después de una década de depresión en los años 30, la entrada de EE.UU. en la 2da. Guerra Mundial trajo consigo un monstruoso crecimiento del gasto del gobierno, lo cual también se tradujo en un enorme crecimiento del empleo -y un boom económico. A medida que se incrementaron las ganancias en la manufactura, las compañías contrataron a más trabajadores y se expandieron debido a que los asalariados compraron cosas -incluso antes de que a algún genio se le ocurriera desarrollar los centros comerciales.
La ironía de 2011 es que los consumidores de la sociedad de consume no tienen el dinero o el crédito para hacer aquello a los que están condicionados. Aún deben dinero y luchan por pagar el alquiler y la hipoteca, y se preocupan porque no tienen una pensión -y ahora nos enfrentamos al aparentemente incierto futuro de la seguridad social.
Los medios reportan debidamente la condición del Promedio Industrial Dow Jones, aunque la mayoría de los que dicen esas palabras -al igual que los que los escuchan- no comprenden lo que significan. Wall Street se ha recuperado. La GM que necesitó nuestro dinero del rescate fabrican sus productos en otra parte; sus ejecutivos tiemblan al pensar que tuvieron que aceptar dinero del odiado gobierno.
Los inversionistas y corredores celebraron el Año Nuevo pensando que el mercado tendrá un boom en 2011. Las decenas de millones de desempleados, a los que se les ejecutó la hipoteca o los que ya no tenían hogar se fueron temprano a la cama -para escapar del pesimismo que ha descendido sobre la clase media y media baja en gran parte del país. Los precios de su hogar, la base de su futuro, han patinado; su empleo, si aún lo tienen, no está seguro y sus hijos mayores se han mudado otra vez con ellos.
Los republicanos que controlan la Cámara de Representantes tratarán de recortar la Seguridad Social y Medicare -no se atreven a mecaniquear el inútil presupuesto de defensa. Algunos demócratas serán comprados por los compradores usuales. Miembros de ambas cámaras exigirán más recortes a los impuestos -de los cuales se beneficiarán bancos, corporaciones y los asquerosamente ricos-, sobre la base de esto creará empleos –no es así. Los cabildos de las corporaciones energéticas tendrán éxito en impedir los pasos para limitar seriamente las emisiones, y nuestros líderes continuarán hablando del sueño norteamericano, el cual aún estará ahí para los pobres y gran parte de la clase media –cuando estén durmiendo.
El nuevo filme de Saul Landau es Por favor, que se ponga de pie el verdadero terrorista.
URL del artículo
http://www.cubadebate.cu/opinion/2011/01/08/bienvenidos-a-2011-mal-ano-por-los-obreros-americanos/
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