miércoles, 5 de enero de 2011

GLOBALIZACION: EL NUEVO MUNDO ES INQUIETANTE.

Los temas referidos a la globalización son siempre cautivantes, pero lo más interesante es que este artículo fue escrito hace quince años y todavía tiene vigencia.

Por Roberto Savio (*)

Roma, dic. El proceso de globalización que se ha impuesto en los últimos años es tan veloz, amplio e innovador que supera la capacidad de reflexión y de análisis sobre los cambios que está imponiendo a la economí¬a contemporánea.
La ruptura entre el espacio fí¬sico y la producción que trae consigo la globalización es una de las modificaciones menos difundida por los medios de comunicación, pese a los notables cambios sociales y culturales que ha generado.
Como se sabe los capitales especulativos se dirigen donde pueden lograr ganancias rápidas y, como en una carrera de vallas, saltan por encima de sus enemigos, que son las leyes de control ambiental, las leyes sindicales, el control de las inversiones y todos los mecanismos que las sociedades nacionales han organizado para defender ciertos equilibrios ecológicos, económicos y sociales.
Este movimiento de inmensos capitales especulativos origina, entre otras consecuencias, un nuevo fenómeno, lo que en economí¬a se llama la ''externalización del capital productivo''.
Si, por ejemplo, dos personas queremos fabricar vasos en un mismo paí¬s, básicamente tendremos los mismos costos de producción. Pero cuando yo salgo de mi frontera nacional con mi capital y voy libremente por el mundo para buscar las mejores condiciones de inversión, estoy externalizando los costos porque me confronto con elementos productivos que no tienen relación con el valor del vaso en mi paí¬s.
La externalización tiene que ver, por ejemplo, con el hecho que hoy en el mundo hay unos mil millones de trabajadores que ganan un dólar diario y representan una masa laboral potencial sin precedentes.
Hay también que considerar que de los 5.700 millones de la población actual del planeta solo el 30 por ciento toma parte del mercado en forma completa; este segmento está compuesto por personas que pueden consumir de todo: ropa, alimentos, automóvil, turismo, medios de comunicación, etcétera. Pero el 70 por ciento restante no está en esa condición o lo está solo parcialmente.
Esto hace que en los últimos cinco años haya habido un rápido desplazamiento de producción del Norte al Sur.
En Japón, que es un paí¬s muy integrado, sin minorí¬as étnicas, sin diferencias religiosas, donde se estableció una particular relación del trabajador con la empresa que le garantizaba empleo para toda la vida, escuela a los hijos y otros beneficios, ya en 1995 el 33 por ciento de la producción automotriz se habí¬a trasladado fuera del paí¬s.
Los receptores de estos grandes desplazamientos, que solo en el caso de la industria automotriz japonesa en 1995 significó 5,7 millones de coches fabricados en el exterior, son los paí¬ses que ofrecen condiciones mejores para un capital especulativo de producción.
¿Es o no un hecho positivo que estos capitales se instalen en los paí¬ses menos desarrollados?
Veamos el caso de una fábrica de calzado deportivo muy conocida, la Nike, que tení¬a una serie de fábricas en Estados Unidos; las cerró todas y se instaló en Hong Kong, Taiwan, Corea del Sur, China, Vietnam, Indonesia y Bangladesh.
En Indonesia, por ejemplo, la Nike tiene cinco mil obreros a los que paga un salario mí¬nimo de 2,10 dólares diarios. El costo de producción de un par de zapatos en Indonesia es de 7,65 dólares, de los que 2,60 dólares corresponden a la mano de obra.
Nike vende esos zapatos en Estados Unidos entre 70 y 135 dólares. Y aunque nuestra reacción es la de poner el grito en el cielo por esa diferencia descomunal, los dirigentes de la empresa tienen preparada una justificación.
''Usted no tiene en cuenta que hoy en Estados Unidos calculamos que el valor de producción equivale sólo a 10 por ciento del precio de venta, y el restante 90 por ciento corresponde principalmente a costos de publicidad y distribución'', nos responderán. Y agregarán que han hecho un contrato publicitario con el famoso basquetbolista Mike Jordan, para que exhiba los zapatos Nike, por 20 millones de dólares.
El único problema es que el costo total del salario anual de los cinco mil obreros de la Nike en Indonesia es de 12,5 millones de dólares y que Jordan, él solo, se llevó mucho más que esa suma.
Hace unos meses se discutió un reclamo de aumentar el salario mí¬nimo de 2,10 a 2,37 dólares. El ministro de Industria reconoció que un salario de 2,10 dólares solo alcanza para cubrir el 93 por ciento de los gastos de subsistencia, pero agregó que no era posible conceder el aumento pues en tal caso Indonesia estarí¬a fuera del mercado, ya que los sueldos son más bajos en paí¬ses vecinos como India, China, y Vietnam.
Por ello, no es retórica la pregunta sobre la conveniencia de que se instalen los capitales transnacionales en los paí¬ses subdesarrollados. Se trata, en cualquier caso, de un dilema arduo de resolver.
La revista The Economist hizo un análisis sobre los gastos mundiales de publicidad y promoción en 1989, cuando ascendieron a 620.000 millones de dólares. (Si quisiéramos actualizar la cifra a 1996 tendrí¬amos que aumentarla en más de 40 por ciento.)
Aquella cantidad daba un promedio de 120 dólares por persona en el mundo, mientras los gastos en educación eran de 207 dólares y de 145 dólares en salud.
Estos datos sobre las nuevas modalidades de la economí¬a mundial conducen a un tema que me parece muy importante. Estamos ante un proceso que tiende a eliminar la relación entre la producción y el espacio económico, jurí¬dico y polí¬tico del ciudadano, que siempre ha sido responsable en su entorno, ha tenido una ética o un valor de relación con su sociedad, y ha ejercido alguna forma de control sobre su espacio.
De esta dimensión familiar se está pasando a un mundo abstracto -- prácticamente ilimitado, virtualmente incontrolable-- y en esta transición se está perdiendo una de las caracterí¬sticas fundamentales de los últimos ciento cincuenta años de historia contemporánea. Desde mediados del siglo pasado y hasta hace pocos años a nadie -ya fuera un radical de izquierda o un moderado de derecha- se le hubiera ocurrido afirmar que la pobreza era un hecho irremediable. Desde distintos ángulos todos tení¬amos la idea de que, mediante el progreso y el desarrollo, un dí¬a los pobres podrí¬an entrar en la sociedad de consumo.
Al paso de la globalización aquella esperanza no se acerca sino que se aleja cada vez más de nuestro horizonte perceptible. El progreso y el desarrollo caminaron más rápido de lo que imaginábamos, pero dieron como resultados más pobreza y más desigualdad.
Aún menos previsible me parece la inédita ruptura entre la producción y el espacio fí¬sico, que introduce valores completamente distintos de los tradicionales y que es, para la gran mayorí¬a de la población mundial, fuente de inquietud y desconcierto. (fin).
(*) En 1996, Roberto Savio ocupaba los cargos de secretario general de la Sociedad Internacional para el Desarrollo (SID) y director general de la agencia Inter Press Service y de la Asociación Civil Internacional DEVNET - Development Information Network, organización no gubernamental sin fines de lucro con sede en Roma, Consultor Categoría 1 del Consejo Económico y Social (ECOSOC) de las Naciones Unidas.

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